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Por la Dra. Toñy Castillo

La UNESCO habla de la educación como un derecho fundamental para poder ejercer todos los demás derechos, ya que, promueve la libertad y la autonomía personal.

Al hablar de educación en sentido amplio, nos referimos a un proceso continuo de adaptación, interiorización y aplicación de conocimientos, pautas y valores necesarios para el individuo.

Delors(1996)38 nos situaba delante del aprendizaje como fuente de documentación basado en la instrucción, trabajo de equipo, capacidad de relacionarse, resolver conflictos en beneficio de la cooperación y aportación a la comunidad.

Considerando que la calidad educativa se encuentra ante el reto de ofrecer respuestas a las exigencias en las cuales estamos inmersos para dar respuestas a las necesidades formativas de nuestros hijos. En el marco educativo no deberíamos obviar la dimensión cívica necesaria para dotar a las personas desde su infancia de valores de responsabilidad, solidaridad y equidad como pilar de progreso.

La educación ha de ser el eje y la meta de la persona pero, no como una mera acumulación de datos, cifras y contratos sociales, sino como la esencia que a modo de sustrato, ha de ser parte de ella y su entorno y en este camino, padres, instituciones, docentes, y sociedad tienen responsabilidad directa, los agentes que intervienen son múltiples, pero la finalidad única.

Desde estas líneas se abarca el hecho educativo de manera integral y no asentada en exclusividad en dogmas magistrales, sino con la práctica y la implicación del alumno como parte de su desarrollo y crecimiento personal que implica el ajuste de estrategias fundamentadas en el respeto, la autocrítica y el avance en la construcción del día a día.

El niño durante su desarrollo presenta una serie de necesidades que deben ir cubriéndose durante su infancia y adolescencia. Atender las necesidades afectivas de los niños es una de las claves del éxito de la educación, medida en términos de bienestar y en su pleno desarrollo, para ello, los padres, tutores, familia y profesionales debemos de incorporar de forma activa y consciente algunas pautas de reflexión y responsabilidades pedagógicas específicas.

-Se subraya el hecho de que los vínculos emocionales, base del desarrollo del menor, se construyen sobre la base de una confianza mutua-. Una de las metas de la sociedad actual, es no solo educar desde la incorporación de elementos cognitivos, sino desde la persona apostando por una formación integral basada en parámetros emocionales, reforzando la visión de educar en respeto, la convivencia y la paz.

Recuerdo mi primera clase de didáctica educativa, en ella entró la Dra. Amparo Miñambres profesora de la asignatura y nos dijo: -Es indispensable que estos tres conceptos: Enseñar, instruir y educar, se entiendan, se asimilen y se apliquen para entender cualquier proceso educativo.

Quizás este es el motivo por el cual hemos de situándonos delante de ellos, y delimitándolos, ya que, en ocasiones, se utilizan como sinónimos y efectivamente son diferentes, en cuanto a trato y significación:

Enseñar: Etimológicamente significa mostrar algo. Proviene del latín “insignare”, señalar. Actualmente desde una concepción institucional y sistemática, se entiende como enseñanza, al proceso de proyectar, dirigir, orientar, diagnosticar, desarrollar y evaluar las experiencias de aprendizaje de los alumnos y de la propia práctica docente.

Instruir: Significa enseñar con efecto. Se puede entender por instrucción la integración ordenada de lo que enseña el educador con lo que aprende el educando. Fomentar el interés a través de la experiencia y de las relaciones con los seres humanos. El autor le da gran importancia a aquella persona que instruye en la formación de la persona.

Educar: Procede del latín “educare”.  Tiene como finalidad el desarrollo de capacidades, destrezas y habilidades, la adquisición de conocimientos (conceptuales, procedimentales y actitudinales) y el aprendizaje de actitudes y valores para relacionarse del mejor modo posible con el entorno natural, social y cultural. Es decir, desarrollar las facultades intelectuales y morales de una persona.

La educación es un proceso continuo de adaptación, interiorización y aplicación de conocimientos, pautas y valores necesarios para el individuo. Las personas se integran socialmente, a través de la educación, con la adquisición y asimilación de conocimientos, procedimientos y valores, que les permiten desenvolverse en ella y resolver sus problemas en su entorno vital. Ello ha de conllevar la aceptación y la motivación para la aplicación de nuevos conocimientos como elemento formante de la persona. “La lección la sabemos de memoria, sólo nos resta aprender”, según Jacques Delors (1996) en su informe sobre educación presentado en la UNESCO, bajo el título: “Educación hay un tesoro escondido dentro” que proviene de una frase de una fábula de La Fontaine. Es el punto de partida de la reflexión sobre el concepto de educación.

Pilares de la educación:

Aprender a conocer: Aprendizaje como fuente de documentación. Correspondería al aprendizaje desde el punto de vista tradicional. Aprender hacer Aprendizaje de adaptación. Basado en formación, trabajo de equipo, capacidad de relacionarse, resolver conflictos.

Aprender a convivir :Aprendizaje e interrelaciones sociales, como fuente de cooperación y aportación a la comunidad.

Aprender a ser: Aprendizaje formativo global de la persona. Este objetivo abarca la formación integral y no se consigue en exclusividad basando el aprendizaje bajo dogmas magistrales del educador, sino con la práctica y la implicación del alumno, y en el caso que nos ocupa, del paciente y su educador. Es decir, que en este campo de formación integral no sólo es suficiente la enseñanza teórica.

Educar para la vida: La educación en sentido amplio es integral, hoy no se cuestiona el hecho que educar en emociones o valores nos hacer más personas, y que la necesidad de cooperación, solidaridad y responsabilidad con todo lo que concierne a propios y ajenos es considerado un bien común. Y en esta tarea, los profesionales de la educación: Padres y sociedad en general somos parte activa en idearios de vida y formación que aseguren la convivencia bajo el respeto y la equidad.

La capacidad de apreciar, reconocer los sentimientos propios y ser capaces de empatizar con sentimientos ajenos, comporta centrar la educación en la persona y desde la persona, ya que dependiendo de cómo posicionemos y gestionemos nuestras emociones estaremos en disposición de proyectar la mirada hacia el otro. Teniendo gran importancia la necesidad de trabajar desde el impulso del asertividad, lo que hará de nuestros hijos o alumnos personas con más o menos capacidad y habilidad social.

El término utilizado por Daniel Coleman “Educación Socioemocional” nos situaba ante la necesidad de plantear la educación con mayúsculas, bajo cinco competencias básicas:

  • La conciencia emocional, que supone el ser consciente de nuestros propios sentimientos y de los ajenos. o Regulación emocional, por la cual se controlan impulsos y se adquieren y posibilitan emociones positivas.
  • Autonomía personal que nos permite gestionar la autoestima, la seguridad, el positivismo y la motivación.
  • Habilidades sociales que nos permitan la asertividad, la resolución de situaciones no exentas de conflictos y el trabajo colaborativo.
  • Conjunto de destrezas que ayuden a mantener una vida equilibrada y que faciliten el bienestar personal y social. Todas las personas tenemos virtudes y defectos, así como, diferentes maneras de reaccionar delante de situaciones concretas.

Para un niño en edades muy tempranas le es difícil distinguir de manera clara cuando una actuación es correcta o no, adquiriendo importancia las emociones que puede representar o experimentar ante el hecho en cuestión, por tal motivo es necesario que los padres, tutores o personas con las cuales el niño ha desarrollado un vínculo afectivo le ayuden haciéndole de guía en aquellos valores y el camino adecuado que le ayudara a crecer como persona.

El enseñar buenos hábitos de comportamiento, donde nuestro ejemplo sea una fuente de riqueza, empatía y generosidad es un excelente medio para formar educando. Los educadores no podemos obviar que educar es un proceso continuo de aprendizajes y tenemos el compromiso de educar moralmente, no se puede quedar simplemente en el ejercicio de la transmisión de determinados códigos.

Educar es enseñar valores y responsabilidades, en ocasiones, el término solo se utiliza para designar aquellos conocimientos o habilidades sociales necesarias en nuestra cotidianidad, ser educados o educadas va más allá de hábitos de cortesía o ser y actuar de una manera atenta. La educación en valores tiene que estar presente en cualquier ideario familiar y escolar desde edades tempranas, bajo el objetivo de ayudar a formar personas coherentes, empáticas y responsables.

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