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En la misa del pasado domingo día 19, como miles de feligreses en toda España, recibí una octavilla de manos de CÁRITAS, invitándonos a hacer el compromiso de nuestra mirada, para mirar sin prejuicios a los pobres, con palabras del Papa Francisco.

    Esto me llevó a recordar que hace bastante tiempo, en la cafetería donde habitualmente desayunaba, gustaba de escuchar a unos asiduos tertulianos que de ordinario se enzarzaban en animadas discusiones sea cual fuera el tema que estaban tratando y sin demasiados remilgos, por si eran escuchados por gente ajena a la  conversación o por llamar la atención de cuantos clientes estuvieran en el local. Yo más bien diría que disfrutaban con ello.

     Como no les conocía personalmente, y pese a que uno u otro repetía el nombre de su interlocutor con frecuencia, los había clasificado con colores y así para mí, eran el señor rojo, el señor, azul, el señor verde, el señor amarillo y el señor negro, quizá un poco también por la naturaleza de sus comentarios, la postura que tomaban en los diversos temas, o la elocuencia y el calor de sus palabras. En esta ocasión el tema: “la limosna a los indigentes”.

     .- Para mí, la limosna es una vergüenza y una indignidad para el ser humano que la recibe. Toda sociedad que cae en el juego de ricos y pobres es una sociedad injusta y opresora, a más diferencia, más injusta y más opresora – exponía con ardor el señor rojo – .Y la mendicidad por las calles, una vergüenza nacional. Por eso yo creo que dar limosna a alguien, es tratarlo de inferior, de desgraciado, es una forma de ofenderlo como hombre. Yo por eso no doy a nadie, por respetar su dignidad de ser humano.

     .- ¡Totalmente de acuerdo contigo! – aseveró el señor verde, añadiendo a su comentario – Es el estado, con la recaudación de los impuestos que pagamos todos, quien debe de ocuparse de ellos. ¡No nosotros! Yo, cuando alguien me pide limosna,  le digo que pida en el Ayuntamiento, en la Diputación, en la Generalidad, ¡Ellos son los responsables de esta inmundicia ciudadana!

     .- ¡Hombre…! – medió el hombre azul -.Tampoco es eso…, la vida esta plagada de historias lamentables, de situaciones absurdas en las que de repente se ve uno inmerso, o es la fatalidad que a veces se ceba en el individuo, robos, quiebras, trabajo, enfermedades,¡vete tú a saber!   Y no podemos esconder la cabeza bajo tierra como el avestruz, para inhibirnos de lo que nos rodea.

     .- Bueno…, tú eres muy rarillo – le comentó el hombre amarillo, que había permanecido hasta entonces callado –.Yo tampoco les doy nada, porque estoy harto de que me tomen el pelo, que me digan que lo necesitan para comer y se lo gasten en vino, o lo que es peor, en droga.¡Anda y que les den…!

     .- Sabéis lo qué os digo – repuso con firmeza el hombre azul -.Que allá cada cual con su conciencia. Yo cuando doy, lo hago creyendo en lo que me dicen. Si luego no es así, son ellos mismos los que se engañan y se echan a perder. ¡Sí; he de confesar que me enternecen! Y cada vez que doy una limosna, le hago una petición a Dios; que yo no vea jamás a nadie de mi familia, de mis amigos, de mis conocidos, de mis vecinos, en una situación semejante, por ninguna circunstancia. Esto sólo me basta, para obrar como lo hago.

     .- ¡Tú eres muy confiado!-dijo el señor negro – ¿Sabes a mí, lo qué me pasó? Pues que un sinvergüenza me pidió limosna y como no se la di, se cago en mi madre y me sacó una navaja.  Poco daba, pero a partir de entonces a nadie. Ni que se pongan de rodillas.

         Ya sería menos, lo que este último había contado – pensé para mí -.Pero la conclusión a la que llegué tras escuchar aquella conversación  era que, de una u otra manera, cada cual se buscada el pretexto de escurrir el bulto a la dura realidad que nos envuelve, intentando tranquilizar sus conciencias, pero para paliar este mal que nos aqueja, más que un problema de convicciones y talantes, se trata de un problema de conciencias, mal o bien formadas.

     Y con el tiempo, las palabras del Papa de alguna manera me han dado la razón. Yo por mi parte, he sacado fotocopias del escrito recibido que transcribo a continuación  y directa o indirectamente se las haré llegar a cada uno de ellos. Puede que aprendan algo del Papa Francisco, que dice así:

   “Estamos llamados a tender la mano a los pobres, a MIRARLOS a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el circulo de soledad. Es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación.

   No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana. Esta experiencia aunque vale para sensibilizarnos, debería llevarnos a un verdadero encuentro con los pobres y da lugar a un compartir que se convierta en un ESTILO DE VIDA.

   Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo de los pobres, como afirmación de la comunión recibida en la Eucaristía. El cuerpo de Cristo eucarístico, se deja encontrar por la caridad en los rostros y en las personas más débiles.

   Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin “peros” ni “condiciones”: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios”

 

 

                                                                 Antonio Prima Manzano

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