EL VERANO Y LA NECESIDAD DE SALIR DE LA RUTINA

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Si bien el tema de la crisis económica que hemos padecido ha replanteado las vacaciones, no debemos olvidar que él que  mayoritariamente se puedan disfrutar (eso si solo en los países industrializados), es un logro reciente.  Esta conquista de los trabajadores se produjo realmente después de la II Guerra Mundial y en los años 60, coincidiendo con una importante recuperación económica. Eso permitió que una gran mayoría de la población tuviera  la posibilidad de hacer vacaciones pagadas y turismo. Para poder comprender  como se consiguió creo que es importante hacer un poco de historia.

Una de las primeras referencias sobre viajes turísticos la tenemos en la obra literaria “El voyage d’Italie” de R. Lassels del 1670. Esta obra hace referencia al viaje que hacían, por Europa, jóvenes aristócratas ingleses. Esos viajes eran como una forma educativa y de esparcimiento antes del matrimonio. Para que los jóvenes no se desmadraran demasiado durante estos viajes, solían ir acompañados por una persona de mayor edad y de total confianza de los padres. Se centraban básicamente en poder acceder al arte clásico y del Renacimiento, así como a la aristocracia europea. En las naciones católicas este tipo de viajes solo estaba reservado a círculos ilustrados muy selectos. En España, dentro del contexto de la contrarreforma, Felipe II decidió cerrar las salidas para evitar que con estos viajes, pudieran entrar las ideas del resto de Europa. Pero siempre existieron viajeros españoles ligados a una aristocracia minoritaria.

A esta forma de viajar se le llamo el gran Tour, e influyo en artista y escritores británicos. Se hicieron diferentes guías turísticas y a partir del 1730 era una costumbre muy extendida entre las clases altas inglesas. Posteriormente, este tipo de viaje se extendió a los jóvenes alemanes, franceses, españoles, rusos y suecos de buena posición.

En un principio, este tipo de turismo primitivo no incluía a España. En 1760 Samuel Johnson realizo un tour completo por España, especialmente; Sevilla, Granada, Córdoba y Valencia, que se popularizaron mucho durante la época del Romanticismo. De esta época surge una literatura ligada a los viajes como: “El viaje sentimental” de L. Stern, el relato de una excursión de 6 días de Mary y Percy Shelley o el viaje a Italia de Goethe. A comienzos del siglo XIX, Chateaubriand viajo a Grecia, Constantinopla y llegó a Jerusalén, lo que desato el interés por el Oriente Próximo. Lord Byron y otros compatriotas suyos, imbuidos por las ideas  del Romanticismo, con sus viajes a Grecia hicieron causa por la independencia de Grecia frente al imperio Otomano.

Pero los viajes podían producir efectos secundarios no deseados. Empezaron a detectarse problemas psicológicos derivados de este tipo de viajes como el  síndrome de Stendhal, síndrome de Florencia o Estrés del viajero. Toma este nombre porque Stendhal relató, en su libro “Nápoles y Florencia: un viaje de Milán a Reggio”,  lo que experimento en 1817 durante su visita a la basílica de la Santa Cruz de Florencia. Este síndrome describe que, cuando una persona es expuesta a muchas obras de arte expuestas en un mismo lugar, puede desencadenarse una enfermedad psicosomática, con síntomas varios, tales como: elevado ritmo cardiaco, vértigo, confusión, temblores, palpitaciones, depresión e incluso alucinaciones.

Los avances en los transportes, especialmente la aparición del ferrocarril, género en la década del 1820, una posibilidad de acceso a mayores personas ya precios más asequibles, aunque continuaban siendo minoritarios. Otro avance que influyo muy positivamente, fueron las indicaciones médicas de que las aguas termales y el mar eran un gran beneficio para la salud. A finales del XIX y comienzos del XIX, los balnearios se pusieron de moda, como: Karlovy Vary  (Praga) o Badeb Baden (Selva negra alemana). En España podríamos citar al de Mondariz (Valle de Tea) por el que pasaron personajes como Pardo Bazan, Echegaray o Galdos;  el de Solans de Cabra (Cuenca), donde el rey Fernando VII buscó remedio para la esterilidad de la reina. Otro gran foco de interés fueron los baños de mar y olas, siendo la ciudad de Santander la primera en anunciarse como centro de interés turístico de sol y playa. En realidad solo playa, porque, en esa época, el estar moreno era sinónimo de trabajar duro en el campo y no estaba bien visto por la gente bien.  Los dirigentes de Santander, con un buen ojo para el negocio, regalaron a los reyes de España (Alfonso XIII y Victoria Eugenia) el Palacio de la Magdalena. El que los reyes se instalaran en Santander para veranear dio como resultado que la ciudad se transformó en un gran centro de interés para las personas que deseaban medran en sociedad (como el fenómeno posterior que se dio en Baqueira o en Palma de Mallorca y la familia real de Juan Carlos I), lo que les impulso a veranear en esa ciudad.

En España empezamos a recibir turismo europeo en los años 60 y con ellos sus estilos de vida tan diferentes a los nuestros en aquellos tiempos. Pero recordemos que las vacaciones pagadas como conocemos ahora son muy recientes. A principios del siglo XX, solamente algunos funcionarios (militares, maestros o empleados públicos) pudieron disfrutar de las mismas a partir de la ley del 1918 que contemplaba 15 días de vacaciones. La II República aprobó una ley de contrato laboral en 1931 que contemplaba un permiso anual retribuido de 7 años al año para todos los asalariados. Aunque fue una norma pionera, tuvo muy pocas repersuciones porque la gran mayoría de españoles trabajaban en actividades agrícolas. Después de la debacle humana y económica derivada de la Guerra civil, los cambios empezaron en España con el Plan de Estabilización del 1959 y la creación del Ministerios de Planificación y Desarrollo. Con el primer Plan de Desarrollo (1964-1967) empezaron los grandes cambios en la sociedad española.

La revolución real fue la aparición del  “seiscientos”, que facilitó el que toda la familia para ir a la playa. En el año 1967 prácticamente la mitad de los vehículos que circulaban por las carreteras españolas eran “seiscientos”. Su aparición fue un fenómeno social, icono del inicio de la motorización y el desarrollo económico de los sesenta. Antes también había existido coches pequeños como el Biscuter,  pero no pudieron competir con el “seiscientos”.

 

Hemos pasado de toda la familia metida en un minúsculo “seiscientos” en dirección a la playa para comer tortilla de patatas y sangría a la sofisticación actual de algunos españoles. Muestra de esos primeros días del turismo de los españoles es el capítulo de la serie “Cuéntame” que describe como la familia Alcántara llega a Benidorm.

  Actualmente no es necesario esperar a que sea verano para ir de vacaciones. Tampoco durante el mes de agosto no se paralizan las grandes ciudades como antaño. Tenemos a nuestro alcance multitud de ofertas de viajes o escapadas de relax por módicos precios y en cualquier fecha del año. Los precios son más asequibles cuanto más alejados están de las fechas tradiciones de vacaciones. Cada vez más se tiende a hacer vacaciones escalonadas: unos días de verano a la playa y unos días de invierno para ir a esquiar a la nieve. Las familias con niños pequeños tienden a buscar ofertas relacionadas con campings, cruceros (todo incluido y niños gratis), turismo rural, etc. También hay ofertas especiales de viajes y hoteles para “singles” (es decir solteros), para jubilados, despedidas de solteros, para interesados en la cata de vinos, etc. Es decir que podemos optar a un abanico impresionante de ofertas y, por un breve instante, permitirnos romper con nuestra rutina cotidiana.

Es muy conveniente, para nuestra salud física y mental, el que podamos tener espacios de tiempo para el descanso y la desconexión de nuestra rutina diaria. Pero descanso real, no del que cuando vuelves del mismo estas aun más cansado y estresado que antes de empezarlo. Como decía, tenemos muchas posibilidades, porque es un gran error pensar que para disfrutar de vacaciones es preciso un gran desembolso económico. Para poder tener vacaciones que nos ayuden a des estresarnos, daría unas pequeñas recomendaciones: elegir lugares que nos permitan relajarnos física y psíquicamente, poder estar con personas positivas que nos faciliten el bien estar, evitar relaciones conflictivas y muy especialmente olvidar el reloj, desconectarse de los E-mails, Facebook o Instagram en la medida de lo posible. Que podamos romper con la rutina, nos va a permitir volver con las pilas recargadas, a nuestra rutina cotidiana con otra mirada.

 

Carme Tello

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