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Cuento Finalista en el 2011 en el XX concurso INTERNACIONAL

de la Asociación cultural Valentín Andrés de Grao en Asturias.

A Francisco Velásquez

    A Carmen Jardón y Dolores García

El mitimae es diferente de todos los de su tierra por su mirada intercultural. Al amanecer lanza la caña de pescar al mar. Se sienta y espera pacientemente acompañado de su amigo el silencio, para ver si pica algún pez. Siempre se pregunta que habrá más allá en la otra orilla. La brisa marinera transforma sus ojos en cortinas de sueños.

“El mitimae observa todos los movimientos de una libélula. Se siente atraído por sus ojos multifacetados en la parte posterior de la cabeza mientras acecha a su presa, un mosquito que invade sus dominios y más tarde se convierte en un suculento manjar. Al anochecer vuelve a su morada y se posa sobre una rama que le sirve de almohada bajo la luz de la luna. Se siente cansada por el viaje, en la dulce y clara noche cuando duerme el viento. Entonces el mitimae se fija en sus alas verdes, no le gusta su color, no son lo suficientemente hermosas. Se las corta. Escucha su llanto y cubre su cuerpo con hojas de orquídea.

De la cima del majestuoso Chimborazo aparece El hada de los sueños. Se acerca al mitimae y cómo castigo le transforma en un caballito de mar cromado con cabeza y cuello de caballo, armadura de insecto, cola pénsil, bolsa de canguro y alas de libélula. Viaja desde Manta hasta Guayaquil. Más esto no es suficiente, cuando se ha impregnado de las esencias de la naturaleza de Ecuador decide cruzar el océano Atlántico. ¡Cómo ama la vida!

El mitimae de la mano de Ulises se adentra en el mar, cómo un necio y esperanzado Quijote. Piensa que debe asumir la responsabilidad de su vida y pasar a la acción. No quiere echar la vista atrás, para evitar el dolor que le va minando. Se embarca en un buque que muy pronto se hunde y sólo quedan los restos de una estrella en la popa. Vivirá sonoras tempestades de leyenda y hermosos días de cielo claro.

El caballito de mar se ha vuelto azul. Camina erguido bajo las aguas, impulsándose con sus aletas dorsales a modo de abanico. Quiere llegar cuanto antes al “Paraíso europeo”. Confía en sus recursos personales. Como único equipaje lleva un pequeño maletín con pinceles y lienzos.

Durante el viaje, a veces, se siente como un pájaro solitario en la noche. Se adentra en cuevas oscuras de monstruos marinos, embriones quemados de estrellas, calaveras marchitas, cabezas cortadas de otros caballitos que le harán recordar, ¿tal vez, su cruda infancia? ¿Quizás, su triste realidad?

El caballito de mar se ha vuelto gris. Esos días se liberan sangrientas batallas entre el pincel y las paredes de la cueva que se convierten en lienzos. Observaba a los pulpos cómo extienden sus tentáculos. Estos le reclaman que ocupa un espacio que no es el suyo. Siente el alma herida, pero evita emitir juicios de valor. Se dirige al Mediterráneo.

Se hace amigo de las algas, con las que conversa sobre las técnicas del impresionismo, hiperrealismo y expresionismo. Piensa que el intercambio de opiniones es una fuente de riqueza. Da largos paseos subido en el lomo de un delfín.

El caballito de mar se ha vuelto  amarillo. Canta hermosas canciones que aprende de las ostras, corales, emperadores, pulpos, meros…él les enseña algunas palabras en kichwa. Piensa echar raíces y quedarse a vivir para siempre en medio del océano.

En el camino conoce hermosos caballitos de mar hembras. Se muestra tal y cómo es sin máscaras para gustar a los demás. Con el pincel les compone poemas de amor; hasta que un día, por fin, elige a la más hermosa. Le pinta un trono de Chimborazos de malaquita y rebaños de marfil. Nunca un bajo anhelo entra en su pecho y arde en un fuego inmaculado y puro. ¡Por fin tiene una compañera en su viaje! Al llegar la primavera trenzan sus colas e inician la danza del amor. Entonces el caballito de mar hembra deposita sus huevos en la bolsa del caballito macho.

El caballito de mar se ha vuelto rojo. A las seis semanas expulsa pequeños caballitos de mar dorados. Éstos muy pronto se enroscan en las olas, suben por la espuma y sienten la frescura del agua sobre sus frágiles cuerpos.

 Un día una ráfaga de luz les conduce a las puertas del Mediterráneo. Aquella noche el caballito de mar no duerme. Lucha por hacer realidad sus sueños. Trabaja sin descanso hasta el amanecer. Con el pincel dibuja océanos desconocidos que sólo él puede plasmar. A media mañana se dirige al conocido Bosque de las algas. Se encuentra con los Hippocampus hippocampus y los Hippocampus guttlatus.

El caballito de mar se ha vuelto verde, preso de anhelo expone sus lienzos.  Los caballitos anaranjados le miran con altivez.

–¿Quién será el forastero? –chismorrean entre ellos.

Un pez aguja que descansa bajo la zona de las algas de la envidia exclama:

–¡Que lienzos más feos! ¡Qué colores más vivos! no sé donde le habrán dado el título.

Bajo la sombra de los corales blandos unas sirenas comentan:

–Lo mejor será que se vaya, Aquí no hay espacio para todos. Se lo diremos al Rey de los océanos.

Entre los manglares un calamar pequeño, se acerca para decirle:

–Vete, tú no eres cómo nosotros.

El caballito de mar ahora negro se ha puesto triste. Aunque confía en sus recursos personales. Por un momento siente deseos de volver a su tierra donde es respetado. Rápidamente cambia de parecer, intenta comprenderlos le ven cómo un rival, les demostrará que están equivocados. Da dos pasos al frente, mira directamente a los ojos de las sirenas y responde con serenidad “Hay espacio para todos siempre que querais compartir” Ya sé que no somos importantes para vosotros, pero no nos iremos. Después miró hacia el caballito de mar hembra ¿Tanto esfuerzo para volver con las manos vacías? Buscaré otro trabajo. Resolveré nuestros problemas cuanto antes. Al poco guarda en el maletín el pincel y el lienzo.

Entra a trabajar de cocinero en el Palacio Real. Combina todo tipo de alimentos que no pasan desapercibidos para  el Rey del mar que, jamás en toda su vida comió tan bien. Decide conocerlo y le nombra cocinero jefe. El caballito de mar, a pesar de su nuevo cargo, algunos días tiene miedo a abrir los ojos, prefiere soñar con Tiépolo o viajar a la Capilla Sextina. Otros mira al techo de la cocina y ve los frescos de la Cúpula de Santa María de la Salute y una góndola recorriendo los canales, sobre la que se posa una golondrina en la proa que lleva en el pico una rama perfumada de ciruelo.

Dentro del palacio la envidia corroe al mero, hermano del Rey de los océanos. Quiere usurpar la corona. Aprovechando que su hermano está dormido en sus aposentos decide prender fuego. Se dirige a la cocina, sabe que es el día festivo de los cocineros. Casualmente es descubierto por el caballito de mar, que ha vuelto porque dejó olvidado su pequeño maletín del que nunca se separa, donde guarda pinceles y lienzos. Ante las sospechas de que algo se planea a espaldas del más poderoso de los océanos, decide comunicarle sus impresiones. El Rey no puede dar crédito a sus palabras. Ambos descubren al mero prendiendo fuego en los cobertizos. Éste al verse descubierto no tiene más remedio que confesar y es expulsado del Bosque de las algas.

El caballito de mar se ha vuelto blanco. El Rey de los océanos le nombra primer ministro y le da una fiesta en su honor con canciones, comidas y música de Ecuador. Más tarde ordena que lo atavíen con polvo de estrellas y luciérnagas para subirlo en el carro de Neptuno que le lleva al Palacio de las algas. Todos quieren ser sus amigos y comprar sus cuadros.

Al alba divisa una gran escalera que llega hasta el cielo. Sube los escalones de escarcha que conducen a la cima. El Genio le tiende la mano y sube al trono. Entonces:

el caballito de mar se vuelve multicolor.”

El mitimae de repente se sobresalta, abre las cortinas de los sueños y ve una ola gigante que viene hacia él. Su cuerpo queda barnizado de agua y le devuelve su color natural. Recuerda que es la hora de regresar a su morada con el niño despierto que le acompaña en su senda de espuma y sueño.

 

 

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Ana María López Expósito

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