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Buenos días, Sr. Sabiote, Sr. Segura, Presidente del Proyecto Cultural Granada Costa y amigos todos.

Es para mí un honor, y no es el típico tópico, presentar este importante libro cuyo autor, Diego Sabiote, ha sido tan merecidamente galardonado con el Premio Humanidades de Literatura Granada Costa 2017, formando, por ende, a ser miembro de la Academia de las Ciencias, Bellas Artes y Buenas Letras.  El premio más importante que concede Granada Costa,  Nuestro Presidente comenta con humor que es nuestro Premio Cervantes. Y yo opino que lleva razón pues nosotros no vamos a ser menos. Pero antes de pasar a comentar el importante contenido de este libro, me gustaría que nos fijásemos en la portada. Observaremos que es de suma elegancia, sobriedad en los colores y en la estética. Una excelente fotografía del escritor y poeta sentado ante la mesa de su despacho y, al fondo, la estantería repleta de libros. Pero no es sólo una fotografía la que se nos muestra en la portada. Es mucho más significativo. Es el retrato psicológico de un hombre cuyo rostro, sereno y apenas esbozando una sonrisa plácida, mira más allá del espacio que delimitan las paredes de su entorno. Mira como al infinito, pleno de paz, sentimiento que, atravesando el papel, transmite a quien contempla la fotografía. Es el rostro de quien, habiendo pasado tanto en la vida, ha conseguido lo que se ha propuesto con su esfuerzo y trabajo, luchando contra viento y marea en ese mar de la vida, la mayoría de las veces turbulento, pero que, a fuerza de titánicas brazadas, ha logrado cruzarlo y al fin alcanzar la costa. No se podía haber elegido mejor título para esta antología, rica en contenido por los hermosos poemas de Diego Sabiote, Dr. en Filosofía por la Universidad Civil y la Universidad Pontificia de Salamanca, donde también se licenció en Teología. Esta antología es asimismo rica por las colaboraciones de los numerosos amigos y compañeros, todos importantes personalidades y de un gran prestigio. Pero es más valiosa aún por el ejemplo que en ella se nos da de su vida, que no ha sido fácil. Nada se le ha regalado al autor de este libro pues, saliendo de la nada, todo lo ha conseguido con su tesón y superación.

          Obligado es comentar, aunque sea someramente la trayectoria de quien siendo aún muy niño, con apenas diez años, tuvo que ponerse a trabajar en la mina del pueblo almeriense donde nació: Macael. Macael me suena como a nombre de arcángel. Quizá era una premonición de lo que ese niño llegaría a ser en el futuro. Allí, en la mina, con el mazo y el puntero, como dice el autor en la entrevista preliminar del libro concedida a la profesora María Payeras, estuvo trabajando hasta que a los diecinueve años, “Macael, su arcángel”, le dijo: Sal de la mina . Tu destino es otro. Y dejó la mina y se marchó a Salamanca donde estudió el bachillerato y se licenció en Filosofía y Teología. Yo creo que es algo.

          En el año 1975, una vez acabados sus estudios, se trasladó a las Islas Baleares ejerciendo como profesor en la Universidad. Todo lo consiguió con su esfuerzo, solo, sin ayuda de nadie… excepto un “amigo” en quien confió ciegamente, que no le falló nunca y que fue su apoyo moral y espiritual durante esos años tan duros. Y ese “amigo” fue Jesús de Nazaret. Pienso que mejor acompañante no podía encontrar.

          Antes de seguir adelante con el libro, me gustaría leer un poema de Diego en el que describe, mucho mejor que yo pueda hacerlo, aquellos duros años en la mina.

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HOY BUSCO MI PROCEDENCIA

Hoy busco mi procedencia:

nací en una familia

donde el pan se traza

con líneas de sudor y lágrimas.

Antes de romper mi infancia

y sin pisar el instituto,

mis manos de llagas tiernas

aplastan los senos duros

de las piedras blancas.

Mi corazón se pulió

en la cima de la montaña

junto a las piedras desnudas

y hombres, muchos hombres,

salpicando como hormigas,

las venas blancas subterráneas.

El aire que brota de esta montaña

no va vestido de pinos ni romeros,

ni engalanado con perfumes

de señoritas en fiestas de tarde de amor;

es un aire de olor

a trabajo, sudor y llanto

de adolescente esclavitud.

Los barrenos llevan cargas

de dinamita negra y gritos silenciados;

por eso, en las explosiones,

las montañas revientan en pedazos

de piedras amedrentadas.

           El libro comienza con una perfecta introducción, justa en su medida y contenido, de D. José Segura Haro para, a continuación, seguir con la entrevista, muy completa, antes mencionada, donde Diego se explaya, nos abre su corazón de par en par y nos deja entrar en él mostrándonos sus recovecos más íntimos. Sigue a la entrevista una serie de poemas del autor, el cual se autodefine como “poeta de aldea”, y cuyo primer libro publicó en 1992, a la edad de cuarenta y ocho años, aunque de su época de estudiante ya tenía escritos numerosos poemas, puesto que la poesía lo ha acompañado siempre. En palabras del autor, “La poesía es mi vida, sin dejar de ser palabra, es más que palabra en el tiempo, es mi brújula, es mi destino”.

          Después, vendría una larga lista de publicaciones, premios y homenajes que, por lo numerosa, no me sería posible mencionar. Baste decir que D. Diego Sabiote es uno de los poetas más galardonados en la actualidad.

 

           Los poemas de Diego Sabiote encierran sensibilidad, ternura, son vitalistas, auténticos, alegres, dentro de su sobriedad. Empleando un lenguaje sencillo, desprovisto de abstracciones y alharacas, narran la cotidianidad, de hecho nos podemos reconocer en ellos. Unos cantan a la naturaleza, mientras otros son alegatos contra la guerra, el racismo, la explotación. Hay pequeños poemas que nos impactan; son como un destello súbito de luz. Los hay entrañables dedicados a la familia y los amigos y otros parecen oraciones elevadas a Dios con esa gran fe que lo acompañó durante toda su vida y aún le sigue acompañando.

         Como muestra de ellos, me gustaría leer algunos fragmentos de versos que he seleccionado, aunque confieso que me ha costado mucho elegirlos pues todos encierran una gran profundidad y belleza. Un pequeño ejemplo para comenzar, en el cual el poeta se dirige a Dios depositando, una vez más, su esperanza en Él.

“Señor, aunque a ciegas camino, / quiero jugar mi última carta, / yo quiero jugarla contigo”. Qué sencillez y qué fe encierran estos versos. Jugar su última carta, ¡nada menos que con Dios!

          Este fragmento siguiente es como un grito desgarrador contra las guerras:

“Todas las guerras, / las más antiguas y las más modernas, / llevan Tsunamis en sus frías entrañas, / olas salvajes que siembran sin piedad / caos, destrucción, muertes, desolación, / y gritos irreparables de dolor infinito”. Y yo me permitiría añadir: Ojalá que entre todos los poetas pudiéramos borrar del diccionario la palabra guerra.

          El poeta parece sentir cierta preferencia o atracción por la rosa, la reina de las flores, y este poema es contundente y bellísimo. Pocas palabras, pero no necesita más:

“Rosas, Rosas, Rosas. / No pidas otra cosa al rosal. / Rosas, Rosas, Rosas”. Hay que leer entre líneas.

          Y ésta es una hermosa confirmación de amor en el tiempo, dedicada a su esposa, María Ignacia, compañera ideal de su vida:

“Amor mío, 39 años / de tu vida con la mía. / Después de tantos años, / 39 años a tu lado; / si poder tuviera / sobre el tiempo y sus leyes, / con una rosa y una canción, / otros 39 años, / mi vida entera, / pondría en tu mano”.

No se puede ratificar mejor declaración de amor ni más poética que ésta: con una rosa y una canción. Me recuerda aquel hermoso verso “Te llegará una rosa cada día…”

          Y dedicado a un pequeño arbolito que trata de sobrevivir en medio del campo, estos tiernos versos:

“En el prado, el almendro / más raquítico y humilde / desafiando la luz del día / con sus mil estrellas encendidas”. Esto puede podría ser también una alegoría o paralelismo con el hombre y su lucha con la vida.

          Y refiriéndose nuevamente a Dios, dos bellos ejemplos:

“Dios abrió su corazón / y brotó un poema / y ese poema contenía / el universo entero”.

“Con la creación del mundo, / Dios se dejó ver / escondiendo su rostro”. Increíble modo de narrar la creación. Pienso que los sabios y científicos, elucubrando sobre el origen del mundo, big bang y demás teorías, ante esta sencilla explicación, aquí ya están de más.

          También tiene en cuenta a los poetas en estos versos:

“Las ciudades cegaron /  fuentes y manantiales / por donde corría el agua. / Poeta, busca las fuente / donde las haya, / y fíjate en las cántaras: / hasta que no están llenas / no se derraman, y, mientras / esto sucede, se tragan / la canción y el agua. / Después, las regalan. / Poeta, busca las fuentes / y que suene tu cántara, / y ni una palabra hasta / que se llene / tu alma de agua”. Podría seguir  y seguir con otros bellos versos contenidos en el libro… pero, como hay que continuar con otros espacios del mismo, siquiera dando unas pinceladas, acabo esta pequeña muestra de poemas de Diego Sabiote con éste tan significativo que parece ser el late motiv en la vida y filosofía del poeta:

“En mi cumpleaños / -73 primaveras- / como regalo, recibo, / empaquetado bajo la luz /deslumbrante del cielo / y en una sola frase, / la definición más sublime /  y de más alto vuelo: / La sabiduría de Dios es amor”. Sin palabras.

           En el tercer apartado, ya comienzan las colaboraciones de amigos y compañeros. Lo titula “En las cuerdas de los violines”. Son sus poemas musicados por dos grandes músicos: Narcís Bonet, quien le ha puesto música a sus poemas en preciosa partituras, y Joan Manel, con el cual ha colaborado en la grabación de “Un poeta, un músic”, colección de cuatro volúmenes.

          También hay incluidas fotos de bellas esculturas en este apartado, obras  del escultor Eduardo Cruz, con una sentida dedicatoria al poeta en una de ellas, y cuadros de la pintora Paquita Mercadal y del gran pintor Andrés Ibáñez el cual, acerca de la poesía de Diego Sabiote, comenta: “Es una poesía accesible y comprensible, que engancha al lector con cercanía purificadora, beatífica, en reconfortante experiencia. Diego siempre se dirige a la luz; su actitud y energía bendicen y purifica cuanto le rodea”.

          Un cuarto apartado, “En el yunque del homenaje y la crítica”, consta de poemas, artículos y panegíricos dedicados a Diego Sabiote. Destaco, por lo significativo, el poema que Camilo José Cela Conde, hijo de Camilo José Cela, le dedica al poeta:

“Si Diego fuera animal, sería alondra, / si arbusto, boj, si hierba, yedra. / Si Diego fuera flor, una amapola soñando trigo y nubes; / si viento, brisa, si brisa, atisbo, / si lluvia, llanto, si luz, lucero. / De ser astro, cometa de cola blanca y tibia; / si luna, llena, si árbol, leño, / si niño, niño, / si piedra, mármol, si voz, silencio. / Si Diego fuera quiero, sería puedo”. Magnífico final. Me comentó Diego Sabiote que Camilo José Cela Conde es un gran escritor y poeta pero la sombra de su padre es tan alargada que no deja ver su luz en todo su esplendor.

          Completa este apartado un numeroso grupo de amigos que han querido rendirle homenaje aportando sus poemas, artículos y panegíricos. Una buena pléyade de poetas, catedráticos, profesores, teólogos, artistas, críticos literarios, abades, tales como Joseph Soler Canals, Joseph Alegre Vilas y Edmón Garreta… Todos han aportado su talento pero, sobre todo, el aprecio y la admiración al poeta, al amigo, al hombre.

         Es, pues, una muy completa antología digna de tenerse entre nuestras estanterías como un tesoro literario y, después de haberla leído, repasarla de vez en cuando como un tratado moral.

           Enhorabuena, don Diego, puede sentirse orgulloso de este magnífico libro-homenaje y por el cariño y sinceridad que rezuman sus páginas, tanto las de su autoría como las de todos los colaboradores.

           Y ahora, vamos a ver unas cuantas fotos que he seleccionado, familiares, acompañado de personalidades, en actos y homenajes, como calles con su nombre, monumentos, placas…, entrañables por los recuerdos y vivencias que ellas encierran, dedicadas al poeta en vida, como debe ser, en reconocimiento de su valía.

        Don Diego, repito mi enhorabuena y que Dios le bendiga.

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Carmen Carrasco, delegada nacional de Poesía Granada Costa.

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