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El escritor de ensayos francés del siglo XVI MICHEL EIQUEM DE MONTAIGNE  cuando estaba postrado en cama con insoportables dolores a causa de esa enfermedad, llamada en aquel tiempo “mal de piedra” y hoy cólico nefrítico, recordó que su padre y su abuelo habían padecido de lo mismo. Además él se parecía en lo físico y en el carácter tanto a su padre que a veces los confundían. Sus virtudes y comportamientos eran muy parecidos; incluso compartían su aversión a los médicos. Fue entonces cuando se puso a reflexionar sobre la herencia y escribió el ensayo nº XXXVII titulado  “del parecido de los hijos a los padres”. En él se lee esto: “¿No es monstruoso que la gota de simiente que nos produce lleve en sí, no sólo las impresiones de la forma corporal, sino los pensamientos e inclinaciones de nuestros padres?  ¿Cómo en esa gota líquida puede alojarse tan infinito número de formas?  ¿Cómo se producen esas semejanzas tan desarrolladas, merced a las cuales el biznieto se asemeja al bisabuelo y el sobrino al tío?”

    Estas mismas preguntas se las han venido haciendo los humanos desde siempre. Pero fueron años más tarde, en 1865 cuando un monje agustino, Gregor Johann Mendel obsesionado con el misterio de la herencia, después de numerosos estudios sentaría las bases sobre ésta. Mendel tenía una mente brillante y curiosa,  una gran formación en Física y en Matemáticas. Se sirvió de la técnica del cruzamiento de plantas para tratar de deducir las reglas que rige la herencia. Esas plantas fueron los guisantes que después de establecida su pureza por medio de la polinización cruzada de semillas lisas con semillas rugosas, plantas altas con bajas y plantas verdes con amarillas. De esta manera, contando guisantes llegaría a establecer las leyes de la herencia.

    Los caracteres se transmiten de generación en generación, y que la distribución de caracteres desde los padres a su descendencia dependía de ciertos elementos que pasan de generación en generación.

    Continuando con los estudios de la herencia, llegados al final del siglo XIX (1879), un biólogo alemán llamado Walter Fleming descubrió que utilizando un colorante rojo especial se distinguían  dentro del núcleo de las células  unos elementos alargados a los que llamó cromosomas que resultaron ser los que transportaban de generación en generación los caracteres hereditarios.  Pero como los científicos continúan con sus investigaciones descubrieron otras sustancias interesadas en la herencia y a las que llamaron ácido DESOXIRRIBONUCLEICO (DNA) y ácido RIBONUCLEICO (RNA), y otras sustancias que llamaron proteínas y enzimas.

    En la actualidad, esa parte de la Biología que estudia la herencia ha alcanzado un gran desarrollo aunque siga envuelta en un halo de misterio. Según algunos científicos, en un futuro próximo la medicina podrá regenerar brazos y piernas perdidos en un accidente, cultivar en el laboratorio  los órganos que se necesiten para trasplantes, corregir defectos fetales antes del nacimiento… incluso a través de síntesis celulares que reproduzcan el código secreto, sería posible “resucitar a los muertos”.  Los progresos alcanzados en Biología son asombrosos.  Las manipulaciones genéticas no están exentas de  de muchos peligros de toda clase, así lo han advertido legisladores, genetistas, filósofos, moralistas, etc. El control de las características genéticas puede ser utilizado de tal manera que sería hasta posible cambiar el destino de la raza humana según  las intenciones de quienes gobiernen los medios de realización.  Sólo un nombre: Hitler.

    Sin llegar tan lejos puesto que las virtudes y defectos, forma física, carácter, inclinaciones, enfermedades, etc. pasan de los padres a los hijos ¿no deberíamos ser más cuidadosos a la hora de elegir a nuestros representantes políticos?  ¿no existirá siempre una duda razonable de la buena actuación de un alto cargo de un país cuyo abuelo o padre haya sido asesino, ladrón, terrorista, violador, borracho, maltratador, mentiroso o haya padecido alguna enfermedad mental, ya que a las maldades intrínsecas propias  de cada uno se suman las heredadas?

     El presidente de Checoslovaquia  dijo referente a la política lo siguiente: “la política es una actividad humana que requiere más que otras, sensibilidad moral; reflexionar críticamente sobre uno mismo; asumir sin subterfugios las responsabilidades que incumben a los políticos; desplegar elegancia y tacto; ponerse en el lugar de los demás; ser humilde y moderado. Ser responsable de algo que está por encima de mi familia, de mi país, de mi empresa, de mi propio éxito”.

    Si algún observador imparcial y con la mente clara es capaz de ver alguna de estas cualidades en el Gobierno y altos cargos de la política actual es que es un lince, por tanto es su obligación, en bien de la sociedad, indicárnoslo  para nuestra tranquilidad y sosiego.

                  ROGELIO  BUSTOS ALMENDROS

El portón

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