El Inca Garcilaso Gómez Suárez de Figueroa

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Como bien sabemos la Conferencia General de la UNESCO decidió en 1995 celebrar el 23 de abril de cada año como el Día Mundial del Libro, por ser la misma fecha de fallecimiento de  tres ilustres literatos coetáneos, tomándolos  como referentes de las letras universales. Con los actos conmemorativos que se han celebrado este año en España, hoy voy a rendir homenaje por el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega,  precisamente al menos conocido y al más olvidado Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega al primer renacentista americano. (Cuzco, Gobernación de Nueva Castilla, 12 de abril de 1539-Córdoba, Corona de Castilla, 23 de abril de 1616), fue un escritor e historiador peruano de ascendencia inca y española. Se le considera como el primer mestizo racial y cultural de América que supo asumir y conciliar sus dos herencias culturales: la indígena americana y la europea, alcanzando al mismo tiempo gran renombre intelectual.

Se le conoce también como el «príncipe de los escritores del Nuevo Mundo», pues su obra literaria, que se ubica en el período del Renacimiento, se destaca por un gran dominio y manejo del idioma castellano, tal como lo han reconocido críticos como Menéndez y Pelayo, Ricardo Rojas,  Augusto Tamayo Vargas afirma que “Si la historia y la prosa de ficción se ejemplarizan en Garcilaso, también el ensayo tiene en él un alto representante”.  Mario Vargas Llosa le reconoce también dotes de consumado narrador, destacando su prosa bella y elegante. Temporalmente se le ubica en la época de los cronistas post toledanos, durante el período colonial (fines del siglo XVI e inicios del siglo XVII). Desde el punto de vista estrictamente historiográfico, su obra tuvo mucha influencia en los historiadores peruanos hasta fines del siglo XIX. Su padre fue sobrino del célebre poeta Garcilaso de la Vega del Siglo de Oro de España, por lo que el Inca Garcilaso de la Vega sería sobrino-nieto por parte de la familia de su padre del famoso poeta renacentista castellano.

En su obra cumbre, los Comentarios Reales de los Incas, publicada en Lisboa, en 1609, expuso la historia, cultura y costumbres de los Incas y otros pueblos del antiguo Perú, libro que después del levantamiento de Túpac Amaru II sería prohibido por la Corona española en todas sus colonias de América, al considerarla sediciosa y peligrosa para sus intereses, pues alentaba el recuerdo de los incas. Esta prohibición rigió desde 1781, aunque la obra se siguió imprimiendo en España.

Otras obras importantes del Inca Garcilaso son La Florida del Inca (Lisboa, 1605), que es un relato de la conquista española de Florida; y la Segunda parte de los Comentarios Reales, más conocida como Historia General del Perú (Córdoba, 1617), publicada póstumamente, donde el autor trata sobre la conquista del Perú y el inicio del Virreinato.

Era hijo del conquistador español capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, de la nobleza extremeña, y de la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo. Su nombre de bautismo fue Gómez Suárez de Figueroa, que tiempo después, viviendo en España, se lo cambiaría por el de Inca Garcilaso de la Vega.

Fue privilegiado gracias a la posición de su padre, que perteneció a la facción pizarrista, también gracias a su madre  estuvo en contacto con lo más selecto de la nobleza inca. Accedió pues a la instrucción de los amautas o sabios incas versados en la mitología y cultura incas. Sin embargo, su padre se vio obligado a abandonar a la princesa inca a causa de la presión de la corona para que los nobles españoles se casasen con damas nobles españolas, y así lo hizo para matrimoniar con Luisa Martel de los Ríos; sin embargo, no lo hizo sin conceder antes a su madre una cuantiosa dote, que le sirvió para casarse de nuevo con un soldado peninsular. Su adolescencia estuvo ensombrecida por las cruentas guerras civiles del Perú, y él y su padre padecieron la persecución de los rebeldes. Este episodio tendría luego mucha repercusión en la vida posterior del Inca Garcilaso.

En 1560, a los veintiún años de edad y poco después del fallecimiento de su padre, Garcilaso salió del Cuzco rumbo a España. Tras una breve estancia en Extremadura, donde visitó a unos familiares, se estableció en la ciudad cordobesa de Montilla donde residía su tío Alonso de Vargas. Luego, en 1561, se trasladó a Madrid a solicitar algunas mercedes que la Corona le debía a su padre por sus servicios en el Perú, y allí conoció al conquistador Gonzalo Silvestre, quien le suministró numerosos datos para su obra La Florida del Inca. Su solicitud a la Corona le fue denegada (acusaron a su padre de favorecer al rebelde Gonzalo Pizarro dándole un caballo que le salvó la vida en la batalla de Huarina, y tal versión fue apoyada por los cronistas de indias oficiales). Desengañado, pensó en volver a Perú en 1563, pero optó por permanecer en la península y seguir la carrera militar, como su padre. Abandonó el nombre de Gómez de Figueroa y firmó ya para siempre con el de Garcilaso de la Vega, por el que sería conocido por la posteridad.

Como su padre, logró el grado de capitán, y tomó parte en la represión de la Rebelión de las Alpujarras de los moriscos de Granada bajo el mando de don Juan de Austria (1569). Entre 1570 y 1571 se enteró de la muerte de su madre y de su amado tío Alonso de Vargas; este último le adjudicó bienes en su testamento que hicieron que en el futuro no tuviese que preocuparse de su sustento y aún disfrutase de cierta holgura. En 1586 falleció su tía doña Luisa Ponce, viuda de su tío Alonso, cuyos bienes acrecentaron aún más su bienestar económico y le posibilitaron entregarse a la cultura. En 1590, muy probablemente dolido por la poca consideración en que se le tenía en el ejército por su condición de mestizo, dejó las armas y entró en la religión.

Respecto a su formación humanística, frecuentó los círculos humanísticos de Sevilla, Montilla y Córdoba y se volcó en el estudio de la historia y en la lectura de los poetas clásicos y renacentistas. Fruto de esas lecturas fue la celebrada traducción del italiano que hizo de los Diálogos de amor del filósofo neoplatónico León Hebreo que dio a conocer en Madrid en 1590. Por entonces tuvo una relación estrictamente comercial con el célebre Luis de Góngora, y en Montilla coincidió con Miguel de Cervantes, que recaudaba fondos para la corona. Y parece ser que Cervantes conocía las obras del insigne mestizo: había leído la traducción por Garcilaso de los Diálogos de amor de León Hebreo.

Se trasladó a Córdoba en 1591, y se relacionó con algunos doctores, como el jesuita Juan de Pineda, quien le instó a preparar un comentario piadoso de las Lamentaciones de Job. Por entonces continuaba recopilando material para sus proyectadas obras sobre la conquista de La Florida y del Perú, así como todo lo relacionado con el imperio inca.

En 1609 apareció publicada, también en Lisboa, la Primera parte de su obra cumbre, los Comentarios Reales de los Incas, impreso en una buena edición por Pedro Crasbeeck. Hacia 1612 culminó la Segunda Parte de esta obra, que fue publicada póstumamente en Córdoba, en 1617, con el título de Historia General del Perú y dedicado a la Virgen María.

En 1612 Garcilaso compró la Capilla de las Ánimas en la Mezquita-catedral de Córdoba, donde su hijo sería sacristán y donde quería ser enterrado. El 25 de noviembre de 1978 el rey Juan Carlos I de España hizo entrega de una arqueta que contenía una parte de sus cenizas; éstas reposan actualmente en la catedral del Cusco.

Siguiendo las corrientes humanistas europeas en boga en su tiempo, Garcilaso, el Inca, inició un ambicioso y original proyecto historiográfico centrado en el pasado americano, y en especial en el del Virreinato Perú.

El título más célebre de Garcilaso el Inca, sin embargo, fueron los Comentarios Reales de los Incas. Escrito a partir de sus propios recuerdos de infancia y juventud,  es considerado uno de los intentos más logrados, tanto conceptual como estilísticamente, de salvaguardar la memoria de las tradiciones de la civilización andina. Por esta razón es considerada su obra maestra y se la ha reconocido como el punto de partida de la literatura latinoamericana. Esta obra que es la más extensa que ha producido su pluma, desarrolla con estilo vibrante la conquista del Perú, las guerras civiles entre los conquistadores y la instauración del Virreinato del Perú, así como la resistencia de los incas de Vilcabamba, que culmina con la ejecución del último de estos, Túpac Amaru I, en la plaza del Cuzco en 1572. Incluye en sus páginas una rehabilitación de su padre, el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, desprestigiado ante la Corona por haber militado en el bando del rebelde Gonzalo Pizarro.

Concluyendo en esta reseña, consideramos al Inca Garcilaso de la Vega como un escritor emblemático representante, del mestizaje hispanoamericano como proceso cultural y como estímulo para la creación, además de ser un ejemplo paradigmático del humanismo renacentista inserto en el contexto de la conquista y colonización de América.  Así pues nuestra intención ha sido ofrecer un acercamiento a su figura atento tanto a su producción historiográfica y literaria como a las tensiones vitales, históricas, políticas y culturales que la determinaron y han condicionado también su fama posterior como uno de los grandes clásicos de la cultura hispanoamericana.

Francisco Velasco Rey

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