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Lola Benítez Molina

Málaga (España)

 

 

El hombre vive de sueños y necesita saber que esos sueños son realizables. Ellos son el motor que lo impulsa, el que lo hace avanzar en detrimento de otros logros. Se subyuga ante lo infalible, se obsesiona hasta lo indecible, y su tenacidad es la que lo hace avanzar hacia el llamado progreso, sin el cual nos hallaríamos aún en el Paleolítico. “Todos tus sueños, expresa Walt Disney, pueden hacerse realidad si tienes el coraje de perseguirlos y materializarlos”. No olvidemos que soñar es como respirar. De los sueños, como necesidad vital, surgen y se desarrollan y llegan a término nuestros planes, intenciones, creaciones…

Esos genios que han dejado huellas en la posteridad, en todos los siglos venideros, como no podía ser de otra forma, merecen nuestra más grande admiración y recuerdo. A Alexander Fleming le debemos tanto con su descubrimiento de la Penicilina, que es uno de los hombres que más vidas ha salvado. Hombres de ciencia, merecedores de los más sublimes reconocimientos y condecoraciones, pero no sólo ellos merecen tan alta distinción. Todo aquel que cultiva su inteligencia, trabaja y sueña por conseguir un mundo mejor y en paz, ya sea a través de las Ciencias o de las Artes, consigue ser inmortal, ya que siempre estuvo presente en las batallas científicas o artísticas para lograr los objetivos que él mismo se propuso. “No puedo cambiar la dirección del viento, refiere Jimmy Deam, pero puedo ajustar mis velas para alcanzar mi destino”.

El matrimonio Curie, Pierre y Marie, claro ejemplo de esas cualidades ya mencionadas amalgamadas con la entrega total a su labor y con el tesón tan necesario para llevar a cabo su tarea, recibieron el Premio Nobel de Física en 1903. Ellos fueron pioneros en el estudio de la radiactividad, y bajo la dirección de Marie se llevaron a cabo los primeros estudios en el tratamiento de neoplasias con isótopos. Ella fundaría el “Instituto Curie” en París y en Varsovia, que está dentro de los principales centros de investigación médica.

Siempre se ha dicho que el esfuerzo tiene su recompensa, pero es que, además, dicha gratificación es un fruto compartido que enriquece el intelecto de los seres humanos y el del científico, o literato, o artista en todas las facetas de las Artes.

Su pudiera uno detener el tiempo en el momento presente, sin pensar en el ayer ni en lo que deparará el futuro, y sueña con aquello que anhela conseguir, aunque no esté ya inventado o creado por personas que le precedieron, sabremos por nosotros mismos que no hay nada imposible, irrealizable, pues todo en este mundo, hasta lo que creamos utópico o inviable, se puede conseguir por las facultades desarrolladas de la mente humana. Este cultivo constante de la mente, ese impulso vital, ese empeño y tenacidad… es lo que el hombre necesita para avanzar por el camino por él elegido y para cosechar los frutos, cuyas semillas también él sembró y, durante el desarrollo de la planta, la cultivó con suma paciencia, esmero y profesionalidad. Si ese ser humano actúa de la forma ya descrita, se olvidará de sus propias miserias que, innegablemente, muchas veces lo acompaña, así como las de aquellas otras personas de su entorno.

Ciertamente, esos sueños son los que lo hacen volar alto y divisar horizontes fructuosos, pero nunca alcanzados por el hombre dedicado a ese menester. Sigamos soñando para elevarnos cada día a más altura, pues, quien “Apunta hacia las estrellas, manifiesta Reinhold Niebuhr, quizá alcance el cielo”.

Son muchas las personas que trabajaron, en muy distintos campos, para que la humanidad progrese en su andadura por los caminos de la vida. A continuación, expondré un ramillete de inventores: Thomas Alva Edison (la electricidad), James Simpson (la anestesia), Motorwagen de Karl Benz (el automóvil), Alexander Graham Bell (el teléfono), Hermanos Lumiere (el cinematógrafo), Guglielmo Mraconi (la radio), Johannes Gutenberg (la imprenta), Joseph Nicéphore Niépce (la fotografía), Charles Babbage, Alan Turing, Konrad Zuse o Tommy Flowers (el ordenador) Bill Moggridge (el ordenador portátil), MacNamara y Schneider (la tarjeta de crédito), Cornelius Drebbel e Isaac Peral (el submarino), Josef Madersperger, Barthélemy Thimonnier, Elias Howe y Walter Hunt (la máquina de coser), Hermanos Wright (el avión), John Logie Baird y Paul Gottlieb Nipkow (el televisor), etc. etc.

El ser humano proseguirá, con el paso del tiempo, viviendo de sueños, de los que nacerán nuevas aspiraciones, deseos y proyectos, que se materializarán en nuevos inventos.  Desde la aparición de la primera rueda en Mesopotamia hace cinco milenios a. C., obviamente no se sabe quién la inventó, hasta la segunda década del siglo XXI, un sinnúmero de inventos fue apareciendo sobre nuestro planeta.

Hay quienes dicen que con la rueda apareció el fuego, incluso manifiestan que éste fue anterior a la rueda, pero tengo que aclarar que el fuego no es un invento, ya que el hombre primitivo lo produjo de forma fortuita y después aprendió a usarlo para calentarse y defenderse de los animales de aquella época prehistórica.

Concluyo esta exposición con esta frase genial de autor anónimo: “No dejes que las mentes pequeñas te convenzan que tus sueños son demasiado grandes”.

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