EL BOTÓN DE TU CAMISA

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     El botón de tu camisa. Hoy me he quedado mirando el botón de tu camisa; de esa camisa de rayas turquesas, blancas y añiles. ¡Ay, ay, ay! el botón de tu camisa tan pequeño, tan redondo, tan coqueto y juguetón como el lunar que ronea al principio del sendero, de ese hueco de tu pecho.

     El botón de tu camisa que amenaza con librarse del ojal que lo atenaza, que lo oprime; que le ha colgado el marrón de ser siempre el carcelero de ese nacer de tu pecho; de ese canalillo estrecho que me tiene fascinado.

      ¡Y tanto!, que me falta voluntad para ordenar a mis ojos que miren a la palmera, al perro del quiosquero, al tío de la tele que entrevista a la maruja; al que barre y le joroba que le tiren, justo al lado, los envoltorios de chicle y un sin fin de cosas más; al niño con la toalla, a la muchacha morena de los pantalones cortos, y los ojos de gacela apunto de aparear…

     Y tanto que me falta voluntad para controlar mis labios que se mueren por besarte cuando te veo pasar; cuando paso yo y te veo, sentada en esa terraza con un café en una mano y la otra, carcelera, luchando por aferrar al ojal ese botón con ansias de libertad.

     ¡Maldito ojal! ¡Dichosa mano! que no deja que mis ojos naveguen por el canal, ni permite que mis labios alunicen en esa luna de abril que ronea al principio del sendero, de ese hueco de tu pecho.

     Hoy me he quedado mirando no al botón de tu camisa; de esa camisa de rayas turquesas, blancas y añiles.

     Hoy me he quedado mirando ese canal de mis sueños tan soñado; tan parte de mis sueños más velados, y he querido tirarme por el abismo y morirme en tu canal…

     Hoy el ojal dejó de ser carcelero y el botón alcanzó su libertad.            Hoy yo sigo prisionero de ese lunar. Del sendero de ese hueco de tu pecho. De esa camisa de rayas turquesas, blancas, y añiles que doblan mi voluntad.

     Y ese roneo. Y ese lunar.  Y ese ojal y ese botón…

     Y ese tirarme al abismo y morirme en tu canal…

Gudea de Lagash

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