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Saber envejecer  es la obra maestra de la sabiduría, y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir. (Amiel)

 

¿A qué edad se es viejo?

 Para el Estado la vejez comienza  a los 65 años y por eso ha establecido la jubilación a esa edad y, obliga mediante  ley a dejar de trabajar. Pero la realidad demuestra que la edad cronológica, por regla general, no guarda hoy  demasiada  relación con la edad biológica. No tenemos más que echar un vistazo a nuestro alrededor y comprobar que una persona de 65 ó 70 años en absoluto es una persona vieja. El número de años no dice mucho sobre la capacidad física y mental en cuanto a su rendimiento. Hoy, debido a muchos factores la edad  útil se ha alargado.

         En 1831, el escritor francés Balzac, escribió en su novela “La mujer de 30 años” la tragedia que suponía la vejez a esa edad para una mujer. En aquella época un hombre de 40 años ya se consideraba viejo. Así no es extraño que en las novelas de aquel tiempo se pudieran  leer frases como ésta: “aunque había cumplido 36 años, daba una  impresión juvenil”. Hoy en cambio a esa edad se puede considerar casi una adolescente.

         La vejez no es la simple acumulación de años sino la pérdida de ideales. Muchas personas cuando se jubilan envejecen rápidamente. La juventud no es cuestión de años sino de espíritu, es una actitud ante la vida. El sacerdote y escritor Joan Bestard escribió a este respecto:”La juventud no es cuestión somática, sino asunto del espíritu. Si nuestro espíritu busca valores  y sigue un ideal, nos mantendremos jóvenes a pesar de los muchos años que hayamos podido acumular, porque la juventud no es un tiempo de vida, sino más bien un estado de espíritu”.  Y parece que así es, todos conocemos a personas que con 40 años ya son viejas porque su espíritu se encuentra sin horizontes a dónde dirigirse.

         La llamada tercera edad, está subordinada a la sociedad y ésta le impone imagen de sí misma y, la única defensa que tiene es la revalorización de sí mismo a través de su actividad encaminada a los demás y a sí mismo. Mientras pueda no debiera convertirse en una carga para los demás. Si la vejez en otra épocas fue fuente de sabiduría y de consulta, hoy se ha convertido en esclava de la “edad social” que es la que rige y gobierna al mayor  en relación con los usos, leyes y mentalidad de la sociedad en que vive. Esto nos lleva a la reflexión de que es necesaria la reeducación  de la sociedad en relación con los mayores.

¿Sabemos ser viejos?

Con demasiada frecuencia solemos oír frases como ésta o parecidas: “qué pena llegar a viejo” como si fuera una maldición. No llegan a viejos los que mueren pronto. La vejez debe ser la acumulación de vida y de experiencias que es necesario ponerlas  en valor porque en muchos aspectos, sin duda, hay un enfrentamiento entre generaciones. Pero en esta puesta en valor tiene sus riesgos. Hay quien por el mero hecho de ser viejo ya se cree con derecho a toda clase de privilegios y atenciones especiales y terminan haciéndose odiosos  ante los demás; pero tampoco hay que hacerse de menos. No hay que sobreestimarse pero tampoco subestimarse; es el equilibrio entre estos dos extremos lo que mantendrá los valores, para eso se cuenta con la experiencia. Ser viejo es haber aprendido a madurar, a ser más comprensivo, más generoso, más paciente, en definitiva, haber adquirido  más sabiduría. Estar lamentándose incesantemente no conduce a nada. Cada edad tiene su encanto, sólo es necesario  saber que lo tiene. Y como hemos apuntado antes la juventud es una actitud ante la vida. Uno de los asesores de varios presidentes de Estados Unidos, Bernard Baruch, decía: “Sea mi edad la que sea, para mí empieza la vejez 15 años más tarde”. Con esa actitud ante la vida no es extraño que a sus 90 años fuera asesor de varias empresas, y murió en plena tarea a los 96 años. En el lado opuesto están aquellos que a partir de la jubilación piensan como viejos, actúan como viejos y cuando llegan a los 70 ya lo han conseguido: ¡ Son viejos!

La actividad fuente de salud

         La jubilación no es un castigo sino un premio. Los que la toman como un castigo   suelen envejecer muy rápidamente y esto es de sobra conocido. El doctor José Artigas, gran estudioso de la vejez, en su libro “Cómo combatir el envejecimiento” nos dice: “El viejo debe buscar alguna ocupación suficientemente activa para que la pueda realizar perfectamente aunque sea después de la jubilación; de lo contrario la inactividad le conducirá al desequilibrio y a la muerte, más rápidamente incluso  que la enfermedad y la alimentación”.

       La actividad física y la del espíritu no pueden  pararse porque se cumplan años. De poco valen las lamentaciones “qué buena memoria tenía yo antes”, “qué buena vista”, “ahora me fatigo al subir las escaleras”, “tengo el colesterol alto”… bueno y qué importa eso. La vida es sencillamente lucha, es el intento de conservar un  equilibrio que cada vez de nuevo es destruido  y cada vez de nuevo debe restablecerse. Debemos vivir como si tuviéramos 100 años de vida por delante, como si la vida nunca terminase.

         Los Centros de Día de Mayores y otras Asociaciones están prestando un gran servicio a ese colectivo con las actividades que allí se llevan a cabo: pintura, encuadernación, teatro, baile, informática, idiomas, viajes, etc. que no solamente los mantienen activos sino que también evita que todo el día estén observándose en sus achaques con lo que se reducen las visitas al médico y al consumo de medicamentos. Y por otra parte su formación y la adquisición de conocimientos les ayuda a ser más felices, o como se dice hoy, más calidad de vida.

         No podemos evitar cumplir años pero no hay por qué envejecer. Éste debería ser nuestro lema.

 

                   ROGELIO BUSTOS ALMENDROS

                   Granada a 29 de febrero de 2020

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