Si un amplio sector de la sociedad universal ha llegado a tal punto de desamor, incomprensión e intolerancia, que se ríe del demente y del suicida, ¡cómo queremos que marche bien el mundo en estos primeros años del siglo XXI! El concepto de salud mental es de difícil definición. Varias son las causas. Entre las mismas la más fundamental es que se trata de un concepto cuyo contenido es, en gran medida, valorativo. Las distintas evaluaciones de los síntomas y procesos, tanto afectivos como cognitivos y comportamentales, que se utilizan para designar a una persona o grupo social como sano o enfermo, varían según las representaciones sociales y paradigmas científicos dominantes en cada cultura y periodo histórico. El que una persona sea considerada como enferma no sólo depende de alteraciones de su personalidad, sino de las actitudes de la sociedad con relación a ese tipo de alteraciones. Este hecho nos demuestra la importancia de los valores sociales en la definición de la salud o la enfermedad mental. Así, en todas las sociedades se realiza una distinción entre la persona que evidencia una alteración de su conducta de carácter crónico y la que muestra dichas alteraciones en situaciones socialmente aceptadas y normativamente sancionadas como pueden ser los ritos o los actos religiosos. Un mismo comportamiento puede ser evaluado de distinta forma según el contexto social en donde se realiza. Sociólogos, como Goffman, llegan a definir la enfermedad mental no como un conjunto de síntomas claramente delimitables, sino como una “incorrección situacional”. Estas “incorrecciones situacionales” reflejarían una ruptura en las reglas sociales que definen la interacción comunicativa. La actual crisis económica mundial puede aumentar la incidencia del suicidio y las enfermedades mentales en personas que deben afrontar la pérdida de su vivienda o incluso su medio de subsistencia. En España, el Ministerio de Sanidad también cree que se debe prestar especial atención a estas personas, aunque la intención de dicho Ministerio sólo se quede en palabras. Un varón de 45 años cogió su pistola, mató a cinco miembros de su familia y se suicidó. No se trataba de un caso más de violencia doméstica, sino de desesperación tras haberse arruinado. Al menos, esa fue la explicación que dejó escrita en una carta dirigida a la Policía. Este suceso ocurrió en Los Ángeles (Estados Unidos). Por consiguiente, no deberíamos menospreciar las perturbaciones y las posibles consecuencias de la crisis económica en la salud mental de la población. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se propone indagar en asuntos como la salud mental en la actividad laboral y en los movimientos migratorios, así como las patologías ligadas a la violencia de género, escolar y en el propio sistema sanitario. La misión del observatorio será la de vigilar y ofrecer claves para avanzar y mejorar la calidad de vida de los pacientes y de sus familiares. Los problemas de salud mental afectan en España a 4 de cada 10 personas, mientras que se estima que hasta un 20% de la población tendrá algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida, según datos de la Fundación Española de Psiquiatría. Los trastornos mentales son también la causa del 18% de días perdidos por incapacidad temporal. Las conductas adictivas, asociadas a problemas mentales, son otro ámbito a investigar por este organismo, especialmente en lo que se refiere al consumo de alcohol por los menores y a las “adicciones sin sustancias”, con especial atención a las nuevas tecnologías, a internet y a la denominada “realidad virtual”.
Carlos Benítez Villodres
Málaga