DIARIO DE UN POETA EL DÍA QUE CONOCÍ AL POETA JOSÉ GERARDO MANRIQUE DE LARA

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José Gerardo Manrique de Lara y Velasco nació en Granada en 1922 y falleció en Madrid en el año 2001. Fue presidente de la Asociación de Artistas y Escritores en el periodo 1997-2001. Poeta dotado de una gran capacidad del metro y las estrofas. Ha publicado infinidad de libros, y ha sido un autor polifacético: poeta, novelista, ensayista, crítico literario, biógrafo, conferenciante, etc.

              La primera vez que hablé con él fue para proponerle que fuese el poeta invitado en la revista literaria que fundé y dirigía: Arboleda. Se quedó un poco sorprendido por dicha invitación y, después de hablar unos minutos, aceptó muy complacido. Unos días más tarde recibí unos poemas de él, algunos de ellos inéditos, lo que era un honor para la revista. Una vez editado ese número, le mandé varios ejemplares y posteriormente me envió una atenta carta dándome las gracias y diciéndome que había quedado muy satisfecho con la revista. A partir de ese momento quedó en la larga lista de personajes literarios, pintores y escultores que con el tiempo nutrieron mis conocimientos y me brindaron su amistad. Aunque no nos llamábamos por teléfono, sí estábamos en contacto a través de la revista Arboleda, hasta el día que me puse nuevamente en contacto para invitarle a que participara en la Semana Cultural que estaba preparando; le ofrecí las mismas condiciones que a José Hierro la primera vez que vino. José Gerardo aceptó.

              Por motivos de trabajo no puede ir recogerlo al aeropuerto, le indiqué que cogiera un taxi y le dije el nombre del hotel, que era el mismo en el que se alojaban todos los invitados a las semanas culturales. Aquel día me permitieron en mi trabajo que hiciera la jornada seguida, por lo que después del almuerzo me personé en el hotel y cinco minutos más tarde estábamos saludándonos. No fue nada difícil reconocerlo, ya que lo conocía por foto. Después del saludo salimos a la calle y buscamos una terraza en el Paseo Mallorca y, después de pedir un refresco, me dijo que le explicara cómo estaba organizado el acto en el que él intervenía. Le comuniqué que sería presentado por el poeta Rodolfo Morte y presidido por mí. Hablamos de poesía, de poetas y de mil cosas más, era un conversador culto y muy inteligente. Dimos un paseo por algunas calles. Me comentó que ya había estado varias veces en Palma. Cuando se acercó la hora de dar comienzo al acto cultural de aquel día, nos dirigimos hasta la calle San Felio, en donde estaba Cultura, al llegar ya había bastantes gentes esperando, se lo presenté a Rodolfo Morte y yo saludé a determinadas personas. A las ocho en punto de la tarde, comenzó el acto. La sala estaba llena y el público estuvo muy atento, ya que José Gerardo Manrique de Lara era un verdadero maestro dando conferencias. Al terminar la conferencia, fuimos unos cuantos compañeros a cenar, y seguimos hablando del acto del día. Después acompañamos a José Gerardo al hotel y nos despedimos de él. Al día siguiente, lo acompañó Rodolfo hasta el Aeropuerto.

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De izquierda a derecha. Marcelino Arellano, José López Martínez, José Gerardo Manrique de Lara y Carlos Murciano.

              En el año 1998 –y durante varios años– organizaba una cena cultural a la cual acudían más de cien personas, estas cenas –la mayoría de ellas– se celebraron en el Restaurante «Ses Forquetes». Bajo el Ayuntamiento de Calviá, esa cena se celebraba para hacer entrega de la «A de plata» a determinadas personalidades del mundo de la cultura, la política, los negocios y las artes. Reunido el comité que valoraba dichos premios, se acordó darle la «A de plata» a José Gerardo Manrique de Lara. Cosa que él aceptó. En la noche de la entrega, en un ambiente elegante y distinguido, se dieron los premios a seis personalidades. En una futura crónica mencionaré a todas esas personalidades que fueron premiadas, puesto que me dio la oportunidad de conocerlas y conviví con ellas.

              En este caso, tuve la ayuda imprescindible, para que todo saliese bien, de una compañera, la poeta Antonia R. M. Ella, con otras amigas, adornó la sala en donde se celebraba la cena de gala y la entrega de los premios con un toque distinguido y femenino, sin pisar la parte que correspondía a los empleados del restaurante. La cena, que fue presentada por la poeta Francisca Moscardó y Ramis de Ayreflor, transcurrió amena y distendida, quizás la parte más pesada fue mi discurso, aunque solamente duró 10 minutos y creo que gustó, ya que fui muy aplaudido, no sé si fue por el discurso en sí o porque ya había terminado. La cena empezó a las 10 de la noche y acabó pasada la medianoche. Volvimos a Palma, donde dejamos a José Gerardo en el hotel. Al día siguiente, Antonia, Elisa, Salvador, Rafael, José Gerardo y yo –ya que José Gerardo no volvía a Madrid hasta el día siguiente– fuimos a dar una vuelta por el norte de Mallorca, empezando por Valldemossa. Recuerdo que almorzamos en Deía. Aquí visitamos el cementerio, donde le enseñamos la tumba del poeta y escritor inglés Sir Robert Graves (el autor de Yo, Claudio). Después seguimos hasta la población de Sóller, y después de realizar un recorrido por la ciudad, volvimos para Palma. Al día siguiente fue Antonia quien llevó al Aeropuerto a José Gerardo. Esta visita propició que yo entrara a formar parte de la Asociación de Artistas y Escritores de Madrid.

              Pasaron algunos años más y tuve la ocasión de convivir durante un largo fin de semana con él, en la casa de Antonia que tenía en una urbanización cerca de un pueblo de Mallorca y donde durante una semana José Gerardo y la secretaria de la asociación estaban como invitados. Pasé tres días inolvidables con ellos y por las tardes visitábamos algunas de las mejores calas cercanas del levante mallorquín. Debo decir que, ya en esas fechas, José Gerardo no se encontraba bien, padecía una grave enfermedad. Me despedí de ellos y ya nunca más lo vi vivo. Una mañana me comunicaron que había fallecido. Era un sábado, me vi en la obligación de marchar a Madrid e ir a despedirme de él, que estaba de cuerpo presente en el tanatorio de la M-30. Al día siguiente, junto con el poeta Antonio González-Guerrero, fuimos al cementerio de San Isidro, donde fue sepultado en la tumba de hijos ilustres. Al sepelio acudieron los más importantes intelectuales del momento.

              Para mí, que no soy nadie, fue muy valioso conocer a infinidad de intelectuales de gran valía, de los cuales aprendí y que me enriquecieron. Todos ellos y ellas estarán siempre en mi corazón por su compresión hacia a mí y su amistad sincera y duradera. La lista es muy larga, espero tener la oportunidad de poder escribir de todos ellos y ellas. Y solamente puedo decirte, José Gerardo: Que la tierra te sea leve.

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Marcelino Arellano Alabarces

Palma de Mallorca

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