DIARIO DE UN POETA EL DÍA QUE CONOCÍ A JUAN VALDERRAMA

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Qué duda cabe de que Juan Valderrama (Juanito Valderrama, que es como se le conocía popularmente) fue uno de los puntales del flamenco en la época denominada <<época dorada del cante flamenco>>. En aquel periodo y casi hasta su fallecimiento ocurrido en el año 2004, ha sido uno de los cantaores más queridos por el público amante de este arte. Durante bastantes lustros, el flamenco llenaba los teatros y las plazas de toros de toda España con figuras de primer orden e inolvidables. Por citar a algunos: Manolo Caracol, Rafael Farina, Manuel Vallejo, Marqués de Porrinas, D. Antonio Chacón, El Niño de la Huerta, Niña de los Peines, Pepe Pinto y, especialmente, Pepe Marchena. ¿Qué grandes todos ellos!

              En mi artículo titulado <<Pastora Pavón, “Niña de los Peines”>>, publicado en el semanario Granada Costa (22/03/2004), hacía un comentario en relación al día que conocí personalmente a Juanito Valderrama. Después de aquella primera vez, en que también tuve la alegría de hablar con la Niña de Antequera, volví a estar con Valderrama en dos ocasiones más, aparte de algunas charlas telefónicas de larga duración, a raíz del gravísimo accidente de coche que sufrieron Juan y su mujer, Dolores Abril, en el que a punto estuvieron de perder la vida, como tantos otros artistas que tenían que recorrer centenares de kilómetros para poder actuar en los sitios en que eran contratados, especialmente en verano, en que había más oportunidad de hacerlo debido a las muchas ferias y fiestas patronales que se celebraban a lo largo y ancho de España.

              A veces casi sin comer y durmiendo en los asientos de los coches, ya que tenían que aprovechar las rachas de contratos para poder vivir, pues no siempre -desgraciadamente- podían trabajar. Sucedía que, en ocasiones, se pasaban meses sin actuar mientras iban gastando de lo ahorrado en las épocas buenas. Muchas veces el asfalto se regó con la sangre y apagó las voces de grandes artistas, tanto del mundo del flamenco como de la canción; como muestra baste reseñar la siguiente lista: Manolo Caracol, Pepe Mairena, Niña de Antequera, Cecilia, Nino Bravo, etc.

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              En todos ellos hemos admirado sus cantes y a veces hemos envidiado su fama, pero nunca nos hemos parado a pensar en ellos como personas, con sus penas, con sus problemas y sus enfermedades, siempre les hemos pedido el máximo, siempre les hemos exigido lo imposible, que lo hagan mejor, que den todo lo que llevan dentro <<que para eso pagamos>>. Cuando quizás, en ese momento, un miembro de la familia de ese cantaor se está muriendo, o el más pequeño de sus hijos se halla gravemente enfermo y nada sabe de él. Y, aun así, tiene que salir al escenario y cantar con la garganta fina y el corazón desgarrado. El público, sentado cómodamente en su butaca, manda, exige al de arriba que se entregue a su público, que no ve las lágrimas que corren por el maquillaje engañoso de su rostro, mientras unas bombillas, entre bambalinas, imposibilitan ver al público el dolor que el cantante lleva y que le va rompiendo el alma.

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              Cuántos cantaores y cantaoras en la época de la guerra y la terrible posguerra pararon sus destartalados coches a la orilla de las imposibles carreteras de aquella época, para coger un racimo de uvas en las llanuras manchegas o tomates en las huertas levantinas, ya que, después de la función y una vez hecho el reparto de lo obtenido en la taquilla, apenas quedaban unas pesetas para cada uno, después de retirar lo suyo el empresario. <<Oye, Juanito, ¿puedes prestarme dos duros?, es para mandárselo a mi madre>>. <<¡Otra vez, Manuel!>>, y Juan con su gran corazón de gigante se metía la mano en el bolsillo y, sacando el dinero que tenía, le decía al gran Manuel Vallejo: <<Manuel, solamente puedo darte siete pesetas, no tengo más, y hasta el sábado próximo no actuamos en Almansa>>. Y Manuel, dándoles las gracias a Juan, desaparecía, casi seguro, en busca de una taberna, en donde lo perdería jugando a las cartas.

              Te recuerdo, Juan, con gran cariño, con ese cariño que despierta la admiración auténtica, que como cantaor he sentido siempre por ti, pero aún más admiración, que como cantaor lo he sentido siempre por haber sido tan buena persona, tan leal con tus amigos, con tus compañeros, siempre has hecho el bien, has ayudado a todo aquel que te lo pidió, nunca quisiste ni buscaste ser el más grande, pero lo has sido; durante 70 años fuiste la estrella rutilante y más firme en la constelación del firmamento del cante flamenco.

              La primera vez que vi a Juanito Valderrama fue en la plaza de toros de Palma, de eso hace ya la friolera de por lo menos 40 años. actuaba esa noche con Antonio Molina, Niña de Antequera, Manuel Alegría y otros artistas. Me encontraba cerca del bar de la plaza de toros junto a mi tío Juan Manuel y unos amigos. Cuando vi que Juanito se acercaba al bar, le pregunté a mi tío si quería que se lo presentara -mi tío Juan Manuel, a parte de ser un gran admirador del cantaor, lo imitaba en sus cantes extraordinariamente-, pero su sorpresa al verlo le impidió el saludarlo. Yo sí me presenté a él y estuvimos hablando unos cinco minutos mientras tomábamos un cortado. Ni que decir que aquella noche fue apoteósica. Las gradas de la plaza de toros estaban hasta la bandera. El espectáculo duró tres horas largas. Lamenté no haber podido saludar esa noche a Antonio Molina.

              Posteriormente estuve con Juan en dos ocasiones. Tras el gravísimo accidente sufrido por Juan Y Dolores en 1981, lo llamé en varias ocasiones al Hospital, buscando siempre las horas del día en que menos visitas y llamadas tendría. Por lo que, salvo una vez, siempre se encontraba solo en esos momentos de mi llamada. Recuerdo que algunas veces nos pasábamos más de una hora hablando; ya había pasado el peligro, tanto para él como para su esposa Dolores Abril, aunque esta aún seguía estando en peores condiciones. Estas conversaciones telefónicas con él, pienso que por la soledad de una habitación hospitalaria y por su estado anímico del momento, eran un momento propicio para el diálogo, fueron conversaciones enriquecedoras para mí, que nunca podré olvidar, eso hizo que nuestra <<amistad>> se afianzara. Ya recuperado, vino a cantar al Cine Patronato de Palma de Mallorca -fue una actuación apoteósica-. En esa ocasión si le presenté a mi tío Juan Manuel, los tres fuimos hasta un bar cercano y tomamos un café; mientras hablábamos de cómo iría la actuación de esa tarde, me dijo: <<No tengo la garganta muy bien, pero se hará lo que se pueda>>. Esa tarde me dedicó un disco suyo -que yo llevaba-, era uno de los primeros discos que él grabó. Recuerdo que me dijo: <<Esto es ya una reliquia>>.

              La última vez que estuve hablando con Juan fue en el Aeropuerto de Palma de Mallorca. La noche anterior había estado actuando junto con Rafael Farina en una sala de fiestas cerca de Lloseta. Al verme me saludó muy efusivamente diciéndome. <<¿Qué tal, poeta?>>. <<Bien>>, le contesté. <<¿Conoces a Rafael?>>. <<Personalmente, no, pero lo admiro muchísimo>>. Estreché la mano de Rafael Farina y me senté con ellos. Sentía una gran emoción en ese momento por estar junto a dos glorias del flamenco.

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              Durante un buen rato estuvimos hablando de lo que más me interesaba, todo lo relacionado con el mundo en el que ellos vivían. Juan y Rafael me comentaron muchas anécdotas que les habían pasado en sus largas carreras como cantaores, con los compañeros y con los empresarios. Voy a contar solamente una de esas anécdotas que me contó Juan para no hacer demasiado larga esta crónica y que hizo que Rafael Farina se riera a carcajada, aunque doy por hecho que ya la conocía. La historia es como sigue más o menos. Por esa fecha Juanito Valderrama tenía compañía propia y en ella, entre otras grandes figuras, llevaba contratado al gran Manuel Vallejo. Sucedió que, actuando por un pueblo manchego, Juan había salido a la calle a hacer algún cometido cuando al regresar a la pensión donde estaba alojada la compañía, encontró a la dueña de la pensión discutiendo acaloradamente con Manuel. <<¿Qué es lo que pasa, señora?>>. <<Mira, Juanito -contestó la mujer-, como Manuel se pinta con carbón la calva para salir a cantar, cada noche me llena la almohada y las sábanas de negro y tengo que cambiarlas, y con lo que me paga, no alcanza para jabón>>. Rafael Farina y yo no pudimos dejar de reír a carcajadas. ¡¡Gloria a Manuel Vallejo!!

              Recuerdo que me dio su dirección, pero la perdí. Años más tarde, viviendo ya en Espartina (Sevilla), quise conseguir su teléfono, pero me fue imposible (¿), quería invitarle a ser, en un número de la revista Arboleda, el poeta invitado, pero no pudo ser.

              Juan Valderrama Blanca (Juanito Valderrama) nació en Torre del Campo (Jaén) el 24 de mayo de 1916 y falleció en su casa de Espartina a la edad de 87 años. Se le tributaron en vida infinidad de homenajes, le concedieron medallas y honores, pero la condecoración y homenaje más impresionante es que queda en el corazón de todos los amantes del flamenco.

              Qué bien has quedado, Juan, a hombros te han llevado, como a todos los grandes, echándote flores al paso de tu ataúd, camino del cementerio de tu pueblo, donde deseaste ser enterrado y estar junto a tus padres. Siempre te recordaré, no solo como cantaor, sino como buena persona. No sé tu nuevo número de teléfono, para poder hablar contigo, para preguntarte cómo fue tu llegada a la gloria, aunque pienso que, junto a San Pedro viejo y renqueante, estarían Rafael Farina, Manuel Vallejo, Chacón, Manuel Torres, José Cepero, Pepe Pinto, Lola Flores, Pastora, Ramón Montoya, etc., y que todos juntos entraríais en la gloria al son de burlerías, Montoya arrancando arpegios celestiales a su guitarra mágica, Lola con sus brazos morenos de fuego y canela mientras los demás te jaleaban, Juan, en tu entrada al cielo.

              <<No andéis tan aprisa, Juan, ¡que San Pedro ya está viejo!>>.

Marcelino Arellano Alabarces

Palma de Mallorca

0 thoughts on “DIARIO DE UN POETA EL DÍA QUE CONOCÍ A JUAN VALDERRAMA

  1. Marcelino como me gusta leer tus crónicas, de tanta gente como has conocido. Mi padre era un gran admirador de Valderrama. Te vuelvo a dar las gracias por lo que escribiste de mi.
    Te felicito por lo generoso y buen amigo.

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