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¡Cómo me gusta lo inesperado! Me levanto un día por la mañana y le digo a mi esposo, “cariño nos vamos a Zaragoza a las fiestas del Pilar, voy a darle gracias a la Virgen porque me ayudó a curar un cáncer que me azotaba, pero gracias a Ella lo pude superar”.

Llegamos a Zaragoza, allí tengo a parte de mi familia, mi cuñada y mis sobrinos, hijos de un hermano que murió con cuarenta años de esta maldita enfermedad y yo le prometí que siempre estaría al lado de sus hijos.

Estando en Zaragoza como yo soy tan improvisada me cojo al inglés, que es mi marido, y le digo “estamos en mi tierra y nada mejor que hacerle la ofrenda de flores a la Virgen del Pilar, pero claro yo sola no puedo ir, te tengo que vestir de baturro y así me acompañas”. Se me quedó mirando con cara de extrañeza como diciendo “¿yo vestido de baturro?”, le dije “verás qué bien lo vamos a pasar maño”.

Como él no tenía traje se lo tuve que fraguar, porque el traje es carísimo y como no contaba con mucho “parné” para pagar, pues me pedían noventa euros solo por el pantalón corto de pana, me fui a unos almacenes, no quiero dar nombres, le compré un pantalón de pana que me costó quince euros y se lo corté y se lo hice yo. Le compré las medias, las albardas y el cachirulo, el chaleco y la camisa ya los tenía de cuando bailábamos en los Campeonatos de baile de salón y los aproveché para completarle el traje.

Yo me reía y le decía, “cariño qué guapo vas a estar y la gente va a ver lo que es un inglés vestidico de baturro y verás cómo te miran, pues la verdad es que con el tipazo que tienes ¡hasta guapo vas a estar! y yo voy a presumir cojidica de tu brazo”.

Mi pobre marido que se deja hacer de todo cuando se vio vestido dijo, “¡oye, qué experiencia tan bonita!”. Toda su cosa era que alguien le pusiera el cachirulo en la cabeza, estaba tan nervioso que me decía “el pañuelo, me falta el pañuelo, ¡no lo llevo puesto!”. Pero este se lo puso una señora que no se le movió ni un pelín y como disfrutó mi mozo y yo también. Todo era hacernos fotos y disfrutar escuchando cantar y bailar las joticas de mi tierra, y cómo las bailan los maños, que son muy majicos ellos y ellas.

Dice un refrán que para muestra un botón basta, así que os dejo con el reportaje de fotos y la ilusión de haber vivido otra nueva experiencia inesperada y además le doy las gracias a mi Pilarica por ayudarnos a que pasáramos unos días felices con la familia.

Yo os invito a que el próximo año os animéis a ir a celebrar a Zaragoza el día de la Hispanidad y que no se os olvide pasar por “el tubo” donde los mejores manjares de mi tierra se encuentran allí, donde no se puede ni andar, pero te lo pasas fenomenal. Que no se os olvide tampoco comprar las fruticas de Aragón, están de buenas…

Y para que no falte de nada os dedico unas joticas, de mi último libro Sentir en Soledad, que lo presento en Granada Costa para Diciembre y espero lo leáis.

 

JOTAS

Tienes que tener valor

para echar tu copla al viento

la jota de Zaragoza

se canta a pulmón abierto.

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Para cantar una jota

solo tienes que pensar

que tu corazón es grande

de cariño y de verdad

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Ay madre, madre del alma

qué cosas tiene la jota

que cuando la oigo cantar

los pelos se me alborotan.

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Cuando me parió mi madre

se puso a cantar la jota

y yo salí disparada

pá que me cantara otra.

 

Esto va dedicado con todo mi cariño para todos los socios del Club Granada Costa.

 

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Soledad Durnes Casañal

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