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Hay que ver lo obsesionada que anda la humanidad, no hay más que observar lo que sucede a nuestro alrededor para comprobarlo: mi vecino, el de la izquierda, ha adoptado, como hábito, cortar el césped a las horas en que más preciso el silencio, no importa el horario que adopte, siempre me llegará, desde su casa, el sonido de su renqueante cortadora de césped, o el golpeteo de los balones contra el suelo o la canasta mientras juega con sus hijos al baloncesto. Lo hace, sin duda, para reprocharme que no tenga hijos.

No crean que el vecino del otro lado es más considerado, con él sucede algo parecido: espera a que acabe de lavar el coche para encender sus aspersores de riego y justo después que su mujer sacuda las alfombras. Estoy seguro de que lo hace para que mi coche luzca menos que el suyo.

Y para no ser menos, el vecino de atrás cuando recorta el seto que nos separa siempre consigue que los recortes caigan en mi parcela. También espera a que el viento sople hacia mi casa para encender su barbacoa. Intuyo que lo hace para que no utilice el patio trasero.

Y que decir de las vecinitas de enfrente, que aun con la calle de por medio, son las que más me mortifican, con ellas sería contar y no acabar. Creo que las ha contratado mi peor enemigo. No les basta con las fiestecitas que montan cada vez que sus padres están ausentes, un día sí y otro también, fiestas que suelen terminar de madrugada en medio de gritos y acelerones. Además durante todo el día y gran parte de la noche tienen conectada esa música infernal que no hay quien la aguante. La eligieron por lo insoportable que me resulta. Siempre que me ven me saludan, será para acabar de mortificarme con su recuerdo.

No puedo olvidar al párroco, que siempre repica las campanas cuando escucho las noticias. Seguro que lo hace para mantenerme desinformado.

¿Porque los niños siempre alborotan cuando disfruto el silencio? ¿Quién les dice que es ese el momento de vocear? Alguien les debe de haber aleccionado para que lo hagan en esos momentos.

¿Quién consigue poner de acuerdo a todos mis vecinos para arruinar mi vida?

¿Qué pensar de las llamadas publicitarias en plena comida, o lo que es peor, durante la siesta? Debo informarme quien me espía en el vecindario. ¿Cómo saben a qué hora sesteo?

¿Por qué mi mujer siempre tiene que interrumpir la noticia que me interesa para comentar la anterior? Espera a que muestre interés en lo que narran para empezar a hablar. No sé si lo hace por celos o simplemente por fastidiarme.

¿Por qué mis clientes llegan a la tienda cuando estoy a punto de cerrar?

¿Porque cuando llueve vienen más clientes y me dejan el comercio hecho un asco? Es una táctica de la competencia para arrebatarme la hegemonía.

Todo esto me tiene muy liado y me ha impedido averiguar quién es el paranoico del vecindario del que todo el mundo habla.

Alberto Giménez Prieto

0 thoughts on “De obsesivos

  1. Querido amigo lumbre:
    Con todo lo que dices, es imposible estar en tu casa disfrutando del silencio merecido.
    Yo no podría vivir en esa casa, porque no hay civismo.
    Mientras tu realizas tus tareas en unas horas oportunas, no esperes que los demás hagan lo mismo.
    Ellos lo hacen cuando les conviene sin tener encuenta sin molestan o no.
    Se trata de tener educación, cosa que brilla por su ausencia, pero no se trata de solo eso, sino en todos los ámbitos de sus vidas.
    Por eso te aconsejo que vivir en un bungalows o chalet o te acomodas a lo que hay o te cambias de casa.
    Pero te diré que el hacerlo no te auguro que te vayas a encontrar con un silencio deseado…

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