CORONAVIRUS DISEASE 2019 (COVID-19)

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Dr. Juan Gustavo Benítez Molina

Málaga

El 31 de diciembre de 2019, las autoridades chinas notificaron a la Oficina Regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Pekín un brote de 27 casos de neumonía grave de causa desconocida, con una exposición común en el mercado mayorista de mariscos de Wuhan, capital de la provincia de Hubei. Un mes después, el 30 de enero de 2020, el Comité de Emergencias del Reglamento Sanitario Internacional lo consideró una emergencia de salud pública de importancia internacional. El 11 de marzo, la OMS declaró la pandemia de enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19).

            El nombre de COVID-19 fue elegido en una reunión en Ginebra en la que participaron 300 expertos y es el acrónimo de la expresión en inglés “Coronavirus Disease” (enfermedad de coronavirus). Por lo tanto, “CO” viene de “corona”, “VI”, de “virus”; y la “D” final, de “disease” (enfermedad).

            En un tiempo récord, el 7 de enero, los investigadores chinos lograron identificar el agente causal de la enfermedad, un virus que se ha designado SARS-CoV-2 (Síndrome Respiratorio Agudo Grave – Coronavirus – 2) por su proximidad genética (85-92%) con el coronavirus de SARS que tuvo lugar entre los años 2002 y 2003.

            El SARS-CoV-2 pertenece a la familia Coronaviridae, una gran familia de virus que pueden infectar, tanto a animales como a humanos (a estos últimos, dos de sus cuatro géneros, Alfacoronavirus y Betacoronavirus). Fueron identificados por primera vez a mediados de la década de 1960. Esta familia incluye siete virus capaces de infectar al hombre. De ellos, cuatro son endémicos (que afectan habitualmente a una región o país) (HCoV-229E, HCoV-OC43, HCoV-NL63 y HCoV- HKU1) y causan infecciones estacionales, especialmente en otoño e invierno. Son la segunda causa de resfriado común y de infecciones de vías respiratorias altas, después de los Rinovirus. Estos se dan con mayor frecuencia en los niños menores de 5 años. Los tres restantes son virus epidémicos zoonóticos que, cuando pasan de los animales a los humanos, causan enfermedades graves. Entre ellas están: 1. El SARS-CoV-1, 2. El MERS-CoV (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio – Coronavirus) y 3. El SARS-CoV-2. Con epidémico, queremos decir que es una enfermedad que se extiende durante un determinado tiempo en una zona, afectando a un gran número de personas. Mientras que zoonótico significa que es una enfermedad infecciosa que ha pasado de un animal a humanos.

            El reservorio (organismo que aloja un virus, bacteria u otro microorganismo) del SARS-CoV-2 es el murciélago (Rhinolophus affinis) y se apunta a que llegó al hombre a través de mutaciones o recombinaciones sufridas en un hospedador intermediario animal, el pangolín malayo del sur de China (Manis pentadactyla). Este es un mamífero con escamas, que está en peligro de extinción, y que es muy apreciado por la gastronomía y la medicina chinas.

En cuanto a la clínica, la COVID-19 afecta de distintas maneras en función de cada persona. La mayoría de las personas que se contagian presentan síntomas de intensidad leve o moderada, y se recuperan sin necesidad de hospitalización.

            Los síntomas más habituales son los siguientes: 1. Fiebre, 2. Tos seca y 3. Cansancio.

            Otros síntomas menos comunes son: 1. Molestias y dolores, 2. Dolor de garganta, 3. Diarrea, 4. Conjuntivitis, 5. Dolor de cabeza, 6. Pérdida del sentido del olfato o del gusto, 7. Erupciones cutáneas o pérdida del color en los dedos de las manos o de los pies.

            Mientras que entre los síntomas más graves se encuentran: 1. Dificultad para respirar o sensación de falta de aire, 2. Dolor o presión en el pecho y 3. Incapacidad para hablar o moverse. Esto último se produce debido a que el virus ocasiona en el organismo un estado de hipercoagulabilidad tal, que conduce a que haya una mayor predisposición a formarse trombos y coágulos en el torrente sanguíneo. Es por ello, también, que el riesgo de trombosis esté aumentado en determinadas personas que contraen la infección por la COVID-19.

            En el momento actual, se dispone de tres pruebas de detección de infección activa. Las enumeramos y las explicamos a continuación:

  1. Prueba de la PCR (en inglés, RCP, polymerase chain reaction): esta prueba para la COVID-19 detecta el material genético del virus (ARN), usando una técnica de laboratorio llamada Reacción en Cadena de la Polimerasa (RCP). Los resultados pueden estar listos en minutos, si se analizan en el mismo lugar, donde se toma la muestra, o en unos días, si se envía a un laboratorio externo. La prueba de la PCR es muy exacta cuando la realiza de manera adecuada un profesional de atención médica. Para llevarla a cabo, correctamente, se necesita una muestra orofaríngea, (introduciendo el hisopo por la boca hasta tocar la faringe) y nasofaríngea (el hisopo se introduce primero por una fosa nasal y, a continuación, por la otra hasta llegar nuevamente a faringe). Un hisopo es un utensilio que, habitualmente, tiene forma de bastoncillo y que acaba en una punta de algodón. Se emplea en medicina para recoger muestras, las cuales se podrán analizar posteriormente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda recoger ambas muestras con el mismo hisopo a fin de aumentar la carga viral y hacer que esta sea más fácilmente detectable.
  2. Prueba de antígeno: esta prueba para la COVID-19 detecta ciertas proteínas en el virus. Se usa un hisopo para tomar una muestra del fluido de la nariz o la garganta, y las pruebas de antígeno pueden dar resultados en minutos. Ya que estas pruebas son más rápidas y menos costosas que las pruebas PCR, la prueba de antígeno puede ser más práctica, si se necesita realizar a un gran número de personas. El resultado positivo de una prueba de antígeno se considera muy exacto, pero hay más posibilidad de tener un resultado falso negativo. Es decir, al hacer esta prueba, es posible estar infectado con el virus, pero tener un resultado negativo. Según la situación, el médico podría recomendar realizar una prueba PCR para confirmar un resultado negativo de la prueba de antígeno.
  3. Test rápidos para la detección de anticuerpos (Ac): estos test son más rápidos que la prueba de la PCR y consisten en detectar los anticuerpos producidos frente al virus. Esto se hace mediante una muestra sanguínea obtenida de la yema del dedo. También pueden detectar las proteínas del virus a través de las muestras respiratorias de los exudados nasofaríngeos. Además de permitir obtener los resultados en 10 ó 15 minutos, son más sencillas y pueden realizarse fuera del ámbito hospitalario, lo cual posibilita hacerla en el domicilio de un paciente con alta sospecha de COVID-19. Con el uso de estos test más sencillos, se puede reducir la necesidad de pruebas PCR y usar estas solo para confirmar los casos con anticuerpos positivos y en aquellos pacientes con alta sospecha, que hayan dado negativo en el test de anticuerpos. Estos test son menos sensibles y específicos que la PCR y permiten conocer si el paciente está pasando la enfermedad (IgM positiva), no la está pasando (IgM e IgG negativas) o ya la ha pasado (IgG positiva). En la imagen adjunta, podéis ver la interpretación de los resultados de los test mencionados anteriormente.

Vivimos tiempos difíciles. ¿Qué duda cabe? La incertidumbre y el miedo al contagio ha aterrizado en nuestras vidas sin previo aviso. Nadie, ni en sus peores pesadillas, podría haberse imaginado que llegaríamos a la situación en la que nos encontramos. Tarde o temprano la mayoría de nosotros nos contagiaremos con el virus. Lo importante es que esto se produzca cuanto más tarde, mejor. Y es que el virus con el paso del tiempo se irá debilitando. Como cualquier virus, necesita de un huésped para sobrevivir, ya sea en un animal o en el hombre. Por tanto, al virus tampoco le interesa ser muy fuerte y producir graves estragos en la salud del huésped del que se vale para seguir subsistiendo. Ya que de fallecer este, el virus será el siguiente en hacer lo propio. Todo virus precisa de otro ser para perdurar en el tiempo y reproducirse. Si acaba con el ser al que infecta, acaba consigo mismo. Es por ello, por lo que poco a poco se van produciendo mutaciones en ellos, para llegar así a un equilibrio en el que puedan vivir en armonía ellos y el ser al que contagian. Esta es la esperanza que nos queda, que cuando nos infectemos sea cuando ya el virus haya perdido gran parte de su virulencia. Eso, y que tengamos la oportunidad de contar con una vacuna que, verdaderamente, nos proteja del virus y nos haga inmunes a él durante un gran periodo de tiempo. En esto radica ahora mismo la esperanza de todo ser humano de este mundo, para así lograr doblegar esta pandemia en la que nos hayamos sumidos.

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