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El alcoholismo es una enfermedad y debe ser tratada como tal. El problema es que, a diferencia de otras enfermedades, esta tiene unas connotaciones emocionales que afectan no solo al paciente sino a sus seres queridos, especialmente a sus hijos[2]. El alcoholismo de los padres y madres produce un importante deterioro de las relaciones familiares, da lugar a separaciones conflictivas, genera un incremento de conductas violentas tanto físicas como psicológicas, así como dificultades económicas. Si es la madre la que padece el alcoholismo, el problema es aún más grave y complejo si es solamente el padre quien lo padece. Está demostrado que la madre alcohólica es un factor de alto riesgo en el desarrollo psicoemocional de los hijos.  Si la mujer padece un alcoholismo crónico, va a tener embarazos de alto riesgo y probablemente los hijos nazcan con el síndrome fetal alcohólico (implica problemas epigeneticos en el feto con el consciente riesgo de desarrollar defectos congénitos, deficiencia mental y graves trastornos de conducta). Además, por regla general, la  mujer está sometida a una mayor vulneración psicosocial y laboral, por lo que tiende a ocultar su problema y presenta mayores dificultades para poder acceder a los tratamientos.

Según la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en población general en España EDADES 2019/2020, el consumo de alcohol está muy extendido entre la población general de 15 a 64 años. El 93% de la población consumió alcohol alguna vez en su vida, el 77,2% durante el último año y el 63% durante el último mes[1]

Cuando nos referimos a los hijos, hay que tener en cuenta que es muy difícil la convivencia con un alcohólico, especialmente cuando es el padre o la madre. Son las personas que deben cuidarnos y sostenernos emocionalmente y si ellos fallan, los hijos  van a desarrollar diferentes conductas derivadas de sentimientos que no pueden entender. Pueden sentirse: agobiados y superados por la situación; avergonzados o enfadados por la conducta de sus padres. También pueden presentar sentimientos depresivos o de tristeza por, el abuso de sustancias de uno de sus padres, porque están preocupados por la salud o la seguridad de su padre, o bien porque no saben cómo defender al otro padre, a si mismo o a sus hermanos de las agresiones a las que le somete el alcohólico, ya sean físicas como psicológicas. Tiende a frustrarse frente la constatación de que su padre no cambia, pero también alivio cuando constata los esfuerzos para recuperarse. En general, el hijo está sometido constantemente a una situación de estrés, que le impide relajarse o confiar en los demás.

No necesariamente un hijo de padres alcohólicos debe ser también alcohólico, porque el alcoholismo del padre puede generar en los hijos una total aversión hacia esta substancia. No obstante, existen muchos factores de riesgo como: la carga genética y la reproducción de conductas aprendidas. La conducta imitativa de los hijos está relacionada con el hecho de que en estas familias suele existir una falta total de control y las reglas de convivencia o no son claras o son inexistentes. Estos hijos se ven sometidos a malos tratos múltiples: como espectadores pasivos del maltrato de un padre hacia el otro, o ser ellos o sus hermanos los que reciben directamente el maltrato tanto físico, psicológico o de abuso sexual. Otro tipo de maltrato al que se ven sometidos es que no existan normas claras de educación en la familia. En este tipo de situaciones el hijo está constantemente inmerso en un discurso parental ambivalente: algunas veces es un padre amoroso y cuidador, otras es un ser desvalido que pide ser cuidado o puede transformarse en un ser violento y monstruoso. Este padre poliédrico y confesional hace que el hijo no sepa qué tipo de conducta debe de tener hacia él, porque no sabe cómo va a reaccionar. Esta situación produce mucho padecimiento en los hijos, porque nos estamos refiriendo a la persona con la que tiene el vinculo afectivo más precoz. Esto suele dar lugar a vinculaciones afectivas desorganizadas que pueden generar mucho odio hacia ese padre.

Otras características que podemos encontrar en los hijos de alcohólicos es que suelen ser excesivamente protectores, con lo que terminan haciendo una inversión de roles, convirtiéndose en padres de sus padres, haciéndose responsables de los mismos. O a la inversa desarrollar  trastornos de conducta violentos. Pero en general, los hijos suelen ser víctimas silenciadas porque se les enseña pasivamente a enterrar todo lo que sienten para que no provoquen la ira de una madre o un padre que consume alcohol.  Los niños y niñas inmersos en un sistema familiar, donde el padre o la madre padece alcoholismo, tienen cuatro veces más probabilidades de desarrollar alcoholismo en su vida adulta que los que crecieron en mejores condiciones. En el peor de los casos, el hijo se identifica con el padre alcohólico y la hija aprende de la madre tolerante con el alcoholismo del padre, a ser ella también a ser tolerante y lo más probable es que termine teniendo parejas alcohólicas que la maltraten. Pero también hay que tener en cuenta, como decíamos, que haber vivido con padres alcohólicos no es garantía de que estos hijos vayan a padecer alcoholismo en la vida adulta. Deben tenerse en cuenta otros factores, como el estilo de vida, la composición de la salud mental, la demografía, el medio ambiente y la genética.

Los niños necesitan padres presentes, disponibles física y emocionalmente y capaces de actuar como adultos confiables. Algo que no sucede cuando las capacidades cognitivas y de toma de decisiones se ven comprometidas por el alcoholismo o cuando las prioridades giran en torno a esta sustancia. El alcoholismo paterno y materno tiene efectos muy nocivos para la salud mental y el futuro de sus hijos e hijas. Es por tanto muy importante la detección de este problema y la coordinación entre la red de asistencia infantil y juvenil (sanidad, educación, justicia, servicios sociales) con la red adultos (psiquiátrica y de toxicomanías) para identificar e intervenir

Dra. Carme Tello Casany

Psicología clínica

Presidenta de la Associació Catalana per la Infància Maltractada ACIM

Presidenta de la federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil FAPMI


[1]https://pnsd.sanidad.gob.es/profesionales/sistemasInformacion/sistemaInformacion/encuestas_EDADES.htm

[2] Cuando hablamos de hijos nos referimos al genérico hijos e hijas

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