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Cuántas veces, a lo largo y ancho de mi vida, un innúmero de personas, me ha oído decir en mis clases, charlas o conferencias, que quien no come del pan de la rebeldía y no bebe el buen vino del inconformismo ante las injusticias y la prepotencia, ante el avasallamiento y las mentiras, ante la manipulación y las corrupciones…, tenga los años que tenga, vive arrastrado, como un pelele, por las diversas corrientes multidireccionales que manan de otros intelectos, quizá más empobrecidos y con muchas menos posibilidades que el nuestro. Son personas que sólo porque tienen poder se creen que pueden manejar a su antojo e idiotizar nuestra mente, dirigir nuestros pasos hacia las metas por ellas prefijadas, juzgar nuestros actos según sus intereses, alejarnos del camino por el que deseamos ir, insonorizar nuestra voz…, en definitiva, llevarnos a donde ellas quieren que vayamos. Es fácil observar que, cuando en los cursos alto, medio y bajo de nuestra vida no hay desbordamientos, nuestro río se desliza domado o controlado por aquellos individuos que legítima o ilegítimamente tienen en sus manos las riendas del poder. Nos dejamos, pues, conducir como una manada de borregos que sólo ve tierra estéril, monótona, y “la resignación, dice Píndaro, es un suicidio diario”.

Con lo anteriormente expresado, no quiero decir que nuestras ideas y pensamientos sean mejores que los de los demás, ni que tengamos que imponerlos y enterrar las forjadas por otros seres humanos, que ya volaron o vuelan, desde hace más o menos tiempo, por esos aires del mundo. Eso sería una forma de proceder inhumana, execrable. Un totalitarismo aberrante como todos ellos. No. No es por ahí por donde voy. Lo que deseo comunicarle, amigo lector, es que, desde la última fase de la infancia y durante la adolescencia, deben empezar nuestros jóvenes a crear y a modelar su personalidad. Sí, ellos mismos. Ellos solos, aunque guiados y apoyados por padres y educadores. Una personalidad que tendrá como cimentación el mapa genético de cada cual, y como energía edificante o destructora todo aquello que la persona ha ido acumulando consciente e inconscientemente en todos los núcleos y campos de su psique, acopio este que continuará realizando mientras viva. Ese “material” reunido es el que le va a establecer y a coordinar, a enriquecer o a empobrecer, con el paso de los años, su personalidad.

La infancia, la adolescencia y la juventud son las tres etapas de la vida de cualquier ser humano, que están más desprotegidas ante las radiaciones positivas y negativas que les llegan de todas partes. Ante ello, nuestros descendientes deben filtrarlas en las estancias de su yo, para separar unas de otras, y deshacerse de aquellas que, al valorarlas en sus sinceras y claras introspecciones, toman conciencia de que no tienen nada que aportar a la esencia y vitalidad de su yo íntimo. Siempre habrá personas de su entorno y otras alejadas del mismo que intentarán hacerles ver lo que ellas ven y pensar lo que ellas piensan, lo cual, en múltiples ocasiones, no coincidirá con lo que ellos realmente ven y piensan. Debemos, pues, respetar firme y objetivamente el rumbo que cada hombre le ponga a su vida, con el timón de sus ideas y pensamientos, siempre que ésta no atente contra el bien común. Es severamente vituperable o reprobable quererle imponer el nuestro propio. Ello es una forma de terrorismo, una dictadura, un ir en contra de la vida misma.

 

Carlos Benítez Villodres

1 thought on “BAGAJE PERSONAL

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