AZORÍN. CINCUENTA AÑOS QUE NOS DEJÓ

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Piensa una cosa… Escríbela. Piensa otra… Escríbela… ¡Qué recuerdos me han venido a la memoria! Eran aquellos primeros tiempos cuando, con veinte años inexpertos, recién terminadas las oposiciones y mi flamante título de Maestra bajo el brazo, adopté como mío el llamado por mí “método Azorín” para que mis pequeños alumnos de primero aprendieran a escribir separando frases sin organizar un batiburrillo de palabras inconexas. Qué buenos resultados me dio aquel “método Azorín”, pedagógicos donde los haya, de mis primeros años de docente, método que, posteriormente, he continuado utilizando con cada generación de pequeños alumnos que han pasado por mis aulas: Lenguaje preciso, sencillo, claridad expositiva y, sobre todo, frases breves que facilitaban, al menos a mí me dieron excelentes resultados, que el niño comenzase a expresar separadamente las ideas que pasaban por su mente. Piensa una cosa… Escríbela. Piensa otra… Escríbela…

          Y viene a cuento este introito porque, al cabo de unos años de mi jubilación, ¿quién me iba a decir que en el cincuenta aniversario del fallecimiento de Azorín tendría la oportunidad y la satisfacción de visitar su Casa-Museo sito en la localidad de Monóvar, lugar donde nació. Fue como un regreso al pasado. A su pasado.

          Antes de comentar mis impresiones sobre dicha visita a esta emblemática Casa-Museo, vayan por delante unas someras notas acerca del autor de Campos de Castilla, representativo de la Generación del 98.

          José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, apodado Azorín, nació el 8 de junio de 1873 en el pueblo de Monóvar, Alicante, primogénito de nueve hermanos. Ya desde pequeño tenía gran afición a la lectura dedicándose años después a estudiar la carrera de abogado que no llegó a ejercer pues su vocación literaria le llevaron por otros derroteros, tales como la asistencia a tertulias literarias, en sus comienzos, y la publicación de artículos periodísticos, ensayos y críticas teatrales, bajo diversos seudónimos, así como a la traducción al francés de obras teatrales de otros autores. Ya a partir de 1904 comienza a escribir con el seudónimo de Azorín.

          En 1896, en Madrid, colabora en distintos medios de prensa. Artículos ácratas. Vida bohemia. Innovador y revolucionario en su estilo. Más tarde, junto a Pío Baroja y Ramiro de Maeztu, constituye el Grupo de los Tres.

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          A partir de 1902 publica una trilogía de novelas y adquiere ya una gran reputación como escritor. Hace incursiones en la política y en 1907 es diputado por el Partido Conservador, etapa política que abandonaría definitivamente en 1919.

          En 1908 se casa con Julia Guinda Urzanqui y ya, su carrera como escritor alcanza grandes éxitos profesionales y, dando un giro radical en su ideario, ahora conservador, colabora en el diario ABC  durante el resto de su vida, así como en otros medios periodísticos.

          De sus viajes por la meseta castellana publica ensayos con el título Castilla, en 1912. Famosos son, asimismo, La ruta de D. Quijote, Al margen de los clásicos, Los Pueblos, Don Juan, Doña Inés, Old Spain, Brandy, mucho brandy… y hace también incursiones en el teatro con Lo invisible y Angelita.

          Durante la etapa de la Guerra de 1936 se marcha a vivir a Francia y escribe Españoles en París y al finalizar la misma retorna a Madrid, nueva etapa en la que escribe Pensando en España y Sintiendo España.

          Azorín, escritor, ensayista, articulista, crítico literario, autor de cuentos, dramaturgo, gran cinéfilo, figura “poliédrica”, es considerado uno de los principales novelistas del siglo XX. Su obra llegó a ser numerosísima: escribió más de ciento cuarenta libros, cuatrocientos cuentos, seis mil artículos, etc. Luchó por el renacimiento de la literatura española y a él se le debe el nombre del grupo de escritores de la Generación del 98, siendo su máximo representante. En 1924 fue elegido miembro de la Real Academia Española y en 1946 se le otorgó la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, entre otros muchos premios y galardones.

Falleció en Madrid a los noventa y cinco años.

          En palabras de D. José Payá, Presidente de la Casa-Museo Azorín, “la obra de Azorín no sólo ha sobrevivido cincuenta años después de su muerte, sino que está muy lozana”.

MI VISITA A LA CASA-MUSEO

          Penetrar en aquel lugar fue como transportarme a la época en que vivió Azorín. Fue dejar el mundo real y, cual Alicia tras atravesar el espejo, abrirse ante mí un mundo donde todos los objetos que allí se encontraban hablaban de Azorín, protagonista absoluto, ya que su espíritu reinaba por todas las estancias de aquella Casa que fue su residencia desde 1876. En ella se encuentran, como reliquias, sus objetos personales, manuscritos, correspondencia, cuadros y dibujos de artistas célebres, -Zuloaga, Rafael de Penagos, Daniel Vázquez Díaz. Su biblioteca, dividida en tres, la familiar, la particular y la dedicada al mundo azoriano y su entorno, contiene 18.000 volúmenes con importantes ejemplares, algunos del siglo XVI.

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          Al subir por la escalera –la Casa tiene tres plantas-, de peldaños adornados con mosaicos estilo árabe y bella balaustrada, parece recibirnos, a modo de bienvenida, una foto a tamaño natural del escritor. Continuamos ascendiendo hacia el piso siguiente y un hermoso busto de Azorín en bronce, fechado en 1930, nos invita a penetrar en la casa familiar pasando, en primer lugar, a un amplio comedor de elegantes muebles tapizados en seda brochada roja. Presidiendo la habitación, un gran retrato de Azorín cuyo autor supo plasmar a la perfección la fisonomía y el gesto del novelista.

          Antes de continuar el recorrido por la casa, quiero hacer un inciso para mencionar al Sr. D. Antonio Marín quien amablemente se prestó a acompañarme en la visita, buen guía y autor del reportaje fotográfico, y al Presidente de la Casa-Museo, D. José Payá, que, asimismo y con toda gentileza, abrió el Museo expresamente para mí, ya que yo venía desde Valencia y el horario de visitas había pasado. Muchas gracias a ambos por su amabilidad pues a ellos les debo la oportunidad de ver tan interesante Museo, así como que haya podido escribir, modestamente, esta reseña para el periódico Granada Costa Nacional.

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          Continúo, pues, con el recorrido y, dejando atrás el comedor, pasamos al sancta sanctorum del escritor. Su despacho y lugar donde escribía el importante legado literario que nos ha dejado. Este rincón, de una gran sencillez y sobriedad, consta de una mesa-escritorio, con su correspondiente sillón en cuero negro, y sobre la misma, una sencilla lámpara. A la derecha, hay otra pequeña mesa rectangular conteniendo su máquina de escribir, underwood, y un sencillo flexo. ¡Cuántas cosas buenas nos dejó escritas desde aquí! Por lo demás, cuadros, dibujos, una preciosa araña de cristal, los bastones utilizados en sus últimos años por el escritor y un torneado perchero de la época en el cual se destaca con protagonismo un sombrero, adornado con una cinta negra, que parece haber sido colgado recientemente por su dueño.

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          Contiguo al despacho se encuentra el dormitorio, sobrio también: la cama, una mesita de noche, madera con incrustaciones en bronce ambas, un armario de luna, con bellos remates en su parte superior, y un mueble sinfonier conteniendo en una especie de vitrina dos sombreros del escritor y sus guantes. Encima, un espejo ovalado. En todas las estancias hay que destacar la belleza de las paredes y los suelos, todos ellos con diferentes dibujos en sus baldosas.

          Y, una vez vistas estas dependencias, pasamos a una sala que parecía salida de un palacio de cuentos: la Salita Azul. Un conjunto de piezas, únicas, formados por el sofá, dos sillones, un par de sillas, una mesita central redonda y otra lateral cuadrada. Todo ello tapizado en raso azul celeste con madera sobredorada y adornos de rejilla. Dos espejos, a modo de apliques, soberbiamente enmarcados, completaban el conjunto. Era de una gran armonía y belleza. ¡Qué preciosidad! Para mí, los muebles-estrella de la casa.

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          Yo contemplaba admirada el bello conjunto, cuando oigo la voz del Sr. Marín que amablemente me dice: No se permite a nadie que se siente en estos muebles, pero a usted la dejo hacerlo y, además, le voy a hacer una foto. Os aseguro que me sentí, a la par que agradecida, emocionada. Casi no me atrevía a apoyarme demasiado en el asiento del sofá. La foto da fe de ello. Gracias, Sr. Marín. Para mí fue todo un detalle y una gentileza.

          Y continuando con el recorrido de la preciosa Salita Azul, completaban el mobiliario una vitrina de maderas nobles e incrustaciones de bronce y, al fondo de la habitación, un mueble oratorio, bellamente decorado, con una fecha: 1742. En un rincón, una entrañable foto de Azorín y Julia, su esposa, sentados en el mítico sofá azul donde yo tuve el privilegio de hacerlo momentos antes.

           Finalmente, un gran retrato del escritor, pintado por Zuloaga, parecía decirme que mi visita ya tocaba a su fin. Y yo, a mi vez, con una última mirada de gratitud al retrato,  me despedí de Azorín y su mundo.

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          El día 20 de noviembre TVE2 presentará, dentro de su programa “Imprescindibles”, una película documental dedicada al escritor: “Azorín, la imagen y la palabra”.

Por supuesto, no pienso perdérmela.

 

Carmen Carrasco

0 thoughts on “AZORÍN. CINCUENTA AÑOS QUE NOS DEJÓ

  1. Muchas gracias por publicar mi visita a la Casa-Museo Azorín. Ha quedado un buen reportaje tal como lo habéis colocado, texto y fotos.

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