AYUDAR A DESCUBRIRSE: ¿QUIÉN SOY?

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La Psicología Evolutiva tiene por objeto conocer las diferentes etapas del desarrollo del ser humano desde el inicio hasta el final de la vida. Hablaremos aquí, de unas etapas y características evolutivas -con más énfasis en la adolescencia-, del ambiente, de unas necesidades, y de la interacción con los profesionales de la enseñanza.

 Respecto a la etapa de 7-8 y 9 años, podríamos pensar que una buena parte de los niños de estas edades conserva un pensamiento intuitivo sin una capacidad plena para captar la complejidad y la globalidad del estímulo. Estos datos podrían justificar, en parte, la dificultad que presentan algunos niños para percibir la realidad, especialmente cuando preocupaciones afectivas personales, familiares, y sentimientos de celos, envidia o agresividad, invaden su pensamiento, dificultando su capacidad de pensar.

        Cuando una preocupación deriva en angustia, la mente del niño y/o del adolescente no está ni para atender ni para pensar; la solución que puede adoptar se traduce en una actividad provocadora como forma de llamar la atención y, en el fondo, una manera de pedir ayuda; demanda que no siempre es comprendida ni bien interpretada por los adultos más cercanos. Para poder continuar, tendrá que contar con la mirada de otra persona que pueda ayudarlo a clarificar y poner nombre a la dificultad que presenta, una mirada diferente que, según J. Tolentino, mira desde otro ángulo, con otra perspectiva y otro estado de ánimo. Trabajo que, en determinados casos, suelen realizar los terapeutas.

        La adolescencia constituye una muestra de la interacción social del momento (J. Tió). Permite observar el tipo de relación entre padres e hijos, hermanos, compañeros, profesores y alumnos, la dificultad para aceptar o rechazar la realidad, actuaciones agresivas contra sí y/o los otros. Actuaciones que constituyen una radiografía de la realidad vivida y de la aceptación o rechazo de las normas sociales.

 Desde el principio de la vida, el bebé ya necesita de la madre, padre o cuidador a modo de espejos que puedan ayudarlo a expresar las sensaciones, el afecto, y más adelante, a ponerse en pie, a hablar y comenzar a utilizar la capacidad de pensar (inicios de la empatía, la representación mental de lo que ve, de las habilidades sociales, etc.). Esta realidad nos lleva a considerar la influencia y responsabilidad que padres, educadores y buena parte de la sociedad tiene en el diseño del proyecto educativo.

 Pero volvamos a las características del adolescente. Pasar de niño a preadolescente y adolescente no se efectúa de forma gradual y organizada ya que depende de numerosas variables: el tipo de vínculo inicial establecido con la madre o cuidador, el medio que lo envuelve, juntamente con las características personales -biológicas, psicológicas y sociales.

 A nivel cognitivo, el adolescente pasa de una inteligencia intuitiva, concreta a una inteligencia más racional y abstracta. Se asimilan los nuevos conocimientos, que se acomodan a los que ya existían y que permiten adaptarse a cada nueva realidad y estadio evolutivo. Son los inicios de la construcción de la lógica, del pensamiento formal, que permiten anticiparse a interpretar la experiencia, replegarse sobre sí mismo, o pensar que puede cambiar el mundo (Piaget, Inhelder). Así y todo, tienen capacidad suficiente para hacer frente a las responsabilidades del momento.

 En el desarrollo afectivo, de estar más centrado en sí mismo, pasa a descubrir a los otros con los que va estableciendo relaciones de amistad, más consistentes que las experimentadas en la etapa preadolescente. La impulsividad y reacciones bruscas constituyen una muestra del recorrido del adolescente que se orienta desde el desequilibrio al equilibrio emocional, siempre necesario para convivir con las demás personas. El adolescente suele ser muy crítico en el entorno familiar y en el escolar y social, pero si ha habido un vínculo afectivo, favorecedor de su estabilidad, le resultará más fácil cuestionarse y opinar sin temor ante el adulto.

 Transitan por una época de cambios entre tensiones de diferente signo. Han de superar el desequilibrio entre su mente y su cuerpo, que se mueve entre los aspectos niño y los más adultos mostrándose unas veces, como el chico/a respondón/a, mientras, otras, sorprende la madurez que le permite enfocar la vida con gran coraje.

 Este bagaje, ambivalente, inseguro, mostraría uno de los aspectos esenciales del adolescente, poder elaborar una identidad: ‘¿Quién soy?’ -se pregunta- ‘¿Hacia dónde voy?’ ‘¿Cuáles son mis intereses?’ ‘¿Qué quiero ser en la vida’? ‘¿A quién quisiera parecerme?’

 Saber quién es, es una de las prioridades del hombre. El adolescente se inicia en el mundo psico-afectivo conjugando estos sentimientos porque saber quién es implica reconocer que forma parte de un conjunto de seres humanos de los que, inicialmente, podría sentirse diferente. De aquí, la necesidad de agruparse con los iguales para sentirse más fuerte, y tener mayor seguridad. Se trata de poder contar con un espejo del que pueda obtener una respuesta que le permita identificarse, sentirse seguro como persona que crece y todavía necesita reafirmarse. Cuando este espejo y el correspondiente soporte afectivo no los tiene o no los ha encontrado en casa (padre, madre…), los buscará fuera de ella.

 Pero, para sentirse bien como persona ha de poder unir, de forma coherente, lo que piensa y lo que siente para ser capaz de llevarlo a la práctica con cierta firmeza y equilibrio. Saldrá de esa etapa cuando experimente todo esto de forma más serena. Entonces, podrá comenzar a valorarse asumiendo las cosas que ha descubierto, criticándolas y/o disfrutándolas. Este cambio supone una incorporación gradual de experiencias que el adolescente habrá de ir integrando para sentirse bien, como persona que se vincula con los demás hasta llegar a formar parte de la gran familia humana, De esta manera, podemos observar un gran abanico de comportamientos: entre los que comienzan a comportarse como adultos y los que se rebelan ante cualquier nueva sugerencia del entorno.

 Algunas de las dificultades que, según se oriente, podría encontrar a lo largo del camino iniciado están relacionadas con el mundo de la droga, el mundo del sexo y la tendencia compulsiva al juego. Todos ellos pueden deslumbrar al adolescente pudiéndolo conducir por el camino del consumo, como forma de solucionar los problemas o para olvidarlos en el caso de las diferentes drogas y la adicción al juego, pudiendo confundir, por otro lado, la identidad sexual con un consumo que desposee la relación íntima del afecto, reduciéndola a un placer exclusivamente físico.

 Los adolescentes han podido vivir la experiencia del confinamiento de diferente forma, -sostiene Jorge Tíó- aquellos que han vivido la situación como un refugio y protección del exterior, y los que han tenido el sentimiento de estar encerrados, incluso en la habitación de su casa. En el primer caso, habrán vivido el desconfinamiento con alivio por el hecho de poder salir del refugio donde habían estado confinados, mientras en el segundo ejemplo habrán tenido el sentimiento de haber sido obligados a abandonar su casa.

 ¿Cómo despertar la ilusión del adolescente en el futuro para que éste sea ilusionante? En los años 1967-1972 y siguientes, la necesidad de cambio político, social, incluso religioso entusiasmaba. Los estudiantes en la Universidad de Barcelona -los más jóvenes vivían el final de su adolescencia- se manifestaban como forma de protesta contra una dictadura, que, además de someter un país, lo había alejado de Europa y de un pensamiento crítico, que impedía a la persona expresarse libremente.

 En toda esta situación de confinamiento, ¿cuál es el papel del educador? Durante este tiempo de pandemia, el proceso de enseñanza ha ido cambiando. Las nuevas tecnologías han agilizado y favorecido durante años el autoaprendizaje. Internet parece que lo diga casi todo, pero no enseña a buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar la información; esto lo hace un buen profesor (U. Eco).

 Lo esencial de un buen docente es que pueda potenciar el desarrollo de un diálogo constante, de una confrontación de opiniones, una discusión sobre lo que se aprende. La clase presencial es un medio donde poder argumentar sobre lo que se descubre y se aprende. Almacenar en la memoria a corto y a largo plazo se puede hacer muy bien teniendo una buena memoria, pero ayudar a seleccionar los mejores contenidos es un arte, como ayudar a pensar, a crear, a entusiasmarse por unos temas y necesitar compartirlos. Esto solamente lo hace un buen docente, independientemente de que puedan mejorarse los procedimientos utilizados y ser compartidos con metodologías más actuales.

 En cualquier caso, lo importante es tener ideales para vivir, preocuparse por el bien común y la dignidad de las personas. Tratar de conseguir una sociedad más justa donde la libertad de pensamiento y de expresión no se vean sometidas, controladas ni maltratadas y que la apertura, conseguida y articulada, permita reivindicar los valores y la libertad que tanto ha costado recuperar.

María Vives

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