Hoy ha nacido un día soleado. Un día sereno y luminoso y con identidad de peregrino consciente de que un buen marino se curte mejor en la mar agitada que en la serena, pero nunca en tierra firme. También hay en este día quien cree que para conocer rigurosamente y amar a la mar, no basta con ser un buen sabedor de su superficie, sino que además debe introducirse bajo sus aguas, incluso hasta las simas más profundas, para así percibir plenamente y dejar grabado en su mente y en su corazón todo cuanto en su interior existe. Sin embargo, otros dirán que este día coincide en todo con una cucharada de ceniza lanzada sobre las olas que nacen y mueren en alta mar o con un jirón de humo. Aquellos que afirman esto último son como los nenúfares: siempre inmóviles en la superficie de aguas estancadas. En estas aseveraciones tan dispares de personas llenas de positivismo o de negatividad, está la esencia de los pensamientos constructores y feraces y de aquellos otros que son destructores y estériles por naturaleza. Pensemos simplemente que este día, que ya ha caminado unas cuantas horas, escribirá, en la página que le corresponde dentro del libro del Tiempo, los avatares del hombre en particular y del género humano en general, según sea el propósito y las realidades de cada individuo y de la sociedad universal ante la vida, es decir, si el hombre, como unidad y como miembro de la humanidad, contribuye para que nuestro mundo se transforme, por supuesto, para bien de los que en él vivimos y, al mismo tiempo, para optimizar toda la variadísima riqueza que posee para usufructo nuestro y de aquellos que un día llegarán, con derecho pleno, a disfrutarla. O…, por el contrario, anotará en dicho volumen que cada paso que da cualquier ser humano por la vida no aporta nada, no significa nada, no cuenta para esa transmutación del orbe, que nos permita a todos los seres racionales vivir cada día mejor sobre una tierra que, gracias al amor, a la paz, a la igualdad, a la solidaridad, al esfuerzo y al tesón de una mayoría, llegue a ser un lugar paradisiaco para vivir sin imposiciones, ni falsedades, ni traiciones del hombre al hombre. De hecho sucede que un sinnúmero de hombres y mujeres no coopera, a sabiendas, para implantar en todo el planeta una mejor calidad de vida, partiendo del cuidado y enriquecimiento del mismo por parte de los propios individuos, es decir, permanece ajeno ante la participación en ese trabajo individual y colectivo, que a todos incumbe, para lograr poco a poco que nuestro mundo sea más habitable.

Carlos Benítez Villodres
1 Comentario
Muy lúcido y coherente artículo en tu línea de fruición, estimado Carlos Benítez.