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Todos conocemos los beneficios de la amistad, el afecto y comprensión que une a las personas, y a los animales el instinto.

La amistad se hace fuerte cuanto más tiempo dura.

Según Esopo, “La discordia que divide a los amigos, es la mejor arma para los enemigos”.

La gran estadista Indira Gandhi dijo con mucho acierto y conocimiento, “Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos”.

Durante el largo transcurso de mi vida, ocupado en muy diversas actividades, marino de guerra, dirección de empresa, monitor de actividades poéticas y literarias de una escuela de jubilados, he sentido el placer de gozar de amigos y amistades perdurables, a lo largo del tiempo que me han sido fieles y a los que he correspondido, con verdadero afecto, como corresponde.

Debo distinguir con la mayor claridad que mi limitada capacidad de expresión pueda hacerlo, que hay bastante diferencia, a mi entender entre amistades y amigos.

“Hay amistades que te marcan y no hay razón muy evidente, son los amigos”, dijo Carlos Garrido, periodista y sociólogo.

Para tener un amigo o amiga, hay que valorar los halagos y las personas que no los valoran son insociables, insatisfechas.

Cuando tienes un amigo próximo, el placer se siente renovado con frecuencia, siempre con la misma intensidad. Cuando el amigo está lejos, hay que aplicar la vieja sentencia, de “Vivirás mientras te recuerden”.

Pero para avivar la llama del recuerdo, hay que a aportar esfuerzo y medios

No basta con que lo tengas en tu mente y en tu corazón. “La felicidad del recuerdo consiste en una perfecta armonía entre nuestros deseos y nuestra voluntad”, según el escritor Jean Bertheroy.

Creo que a un amigo hay que dedicarle tiempo, atención y saber escucharle y que generoso y comprensivo, él te escuche.

“La conducta humana encierra una complejidad que supera las apariencias”, lo dijo con mucha razón Albert Camus.

Un amigo en los albores de la vida, es la semilla de un gran afecto duradero. Si se cuida, frecuenta y mima, con muchos perdones y comprensión.

Quién no perdona no tiene amigos. La ética, la amistad y el afecto, no es una cuestión de códigos, sino de actitud.

El encuentro con un amigo verdadero, después de larga ausencia, estimula los sentidos, alegra el corazón y da impulso a nuestros sentimientos.

Rindo tributo y admiración a quien conserva un amigo durante mucho tiempo, salvando circunstancias adversas y enfermedades. Pero vivir intensamente una verdadera y fiel amistad, se necesita reciprocidad de actitudes, afectos, gestos y atenciones. No puede darlo todo uno solo.

El placer de gozar de un buen amigo supera todos los dichos y supuestos.

Yo tengo algunos y gozo de su compañía, setenta años después.

Esa amistad generosa, desinteresada, fluida, es como un viento que envuelve la tierra, se lleva una en sus girones y embestidas y crea otras de nuevas, que florecen de acuerdo al desarrollo de la vida misma.

José María Gutierrez

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