ALMUÑÉCAR Y LA CAÑA DE AZÚCAR

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        A  primeros de este mes  de Enero de 2019, recibí una visita de un amigo alemán, Johanne Shafir, que hace ya 74 años que estuvo en Almuñécar y no quería morirse sin volver a verla. Le acompañé dando un recorrido por el pueblo y por sus alrededores, y como no manifestaba en sus gestos y tampoco en sus palabras gran entusiasmo, al final del recorrido le pregunté qué le había parecido. Entonces en un acto de generosidad y cortesía me dijo que le había parecido una ciudad moderna dotada de todos los medios para el turismo de calidad, pero que no coincidía con el recuerdo encantador que él guardaba cuando estuvo aquí en el año 50. Le pedí que me contara la imagen que guardaba de aquella época y sintetizando su descripción fue esto:

         Respecto a la ciudad la  recordaba pequeña, luminosa con casas de dos pisos encaladas, algunas apiñadas hacia el montículo de San Miguel; el castillo dominando a la ciudad con fuertes murallas inaccesibles por la pendiente rocosa hasta el mar, en la actualidad casi oculta a la vista por los altos edificios; en la playa “Puerta del Mar”, las barcas donde por las mañanas se sacaba el pescado en las redes (copo) aún vivo. Después allí mismo se bañaba la gente. Muy intensamente tenía grabado en la memoria  el verde de la Vega que rodeaba Almuñécar que no era otra cosa que las hazas de cañas de azúcar. Se le hacía la boca agua al rememorar aquellos trocitos de caña blanca que al masticarlos se llenaba la boca de un líquido dulce al que no podía igualar ninguna otra fruta. Vivo tenía también el recuerdo de las fábricas, ingenios y trapiches con sus altas y delgadas chimeneas que parecían llegar al cielo; algunas de estas dentro de la misma ciudad. Más tarde, me confesaría que en realidad, el motivo principal por el que había vuelto a Almuñécar era por volver a probar de nuevo aquel dulzor de la caña de azúcar que había intentado buscar en vano por toda Europa en sus constantes viajes de negocios.

         Claro que mi amigo Johanne Shafir ignoraba que la caña de azúcar sólo se criaba en Andalucía, y más concretamente en la zona de la Costa entre Almería, Granada y Málaga por sus condiciones climáticas, y una de esas zonas era precisamente Almuñécar donde tierra, agua y clima subtropical son elementos esenciales para su cultivo rentable. Por todos esos factores Almuñécar ha sido desde la más remota antigüedad un lugar privilegiado.

         Cuando se vuelven a recorrer lugares en los que se vivieron o visitaron hace tiempo como es el caso de mi amigo Johanne, es cuando uno se da cuenta de los cambios efectuados en las ciudades y en su entorno para bien y en la mayoría de las veces para mal, pues suelen destruirse paisajes, monumentos, conjuntos históricos, económicos, sociales, etc. que nos legaron generaciones pasadas que forman parte de nuestro Patrimonio y tenemos obligación de conservarlo y transmitirlo a los que vengan.

“En el siglo XX han sido el mal entendido desarrollo urbanístico, la mayor riqueza de pueblos y ciudades lo que han destruido  otra vez  miles de magníficos ejemplos  de la riquísima arquitectura popular, destruyéndolos por horribles edificios altos, sin estilo ninguno, ajenos al entorno, irrespetuosos con el ayer y el mañana sin otra justificación que la especulación y la incultura;  incluso de los que tenían obligación y títulos para ser cultos”. (José Luís Álvarez, Sociedad, Estado y Patrimonio Cultural)

         Almuñécar ha tenido un cambio  urbanístico espectacular, la caña de azúcar ha desaparecido y también las fábricas pero no deberíamos olvidar que la principal industria almuñequera fue la fabricación de azúcar que viene de lejos, de mil años, allá por el siglo X cuando los árabes introdujeron la caña de azúcar en España. Almuñécar ocupa el  lugar de honor por ser la primera que comenzó su cultivo, desde aquí pasaría a Canarias, después a América. También fue Almuñécar donde se instaló el primer ingenio de la costa, y en el año  1883 cuando se produjo la plaga de la filoxera que acabó con todas las viñas y por tanto con la riqueza de las pasas de Almuñécar de gran renombre y parte de su economía, una vez más fue la caña de azúcar la que la libró del desastre.

         Sobre esta economía  almuñequera nos ha dejado constancia el poeta y escritor árabe del siglo XIV Ibn al-Jatib: “La tierra de Almuñécar está ocupada por extensas plantaciones de caña de azúcar que son famosas, y la pasa que se obtiene con su uva es excelente, como así mismo lo es su uva”. Y también hay que apuntar que no existía paro alguno en esa época pues era mayor la demanda que la oferta.

         Los trapiches, ingenios y fábricas de elaboración de  azúcar de caña que hubo en Almuñécar se pueden citar:

  • “Ingenio Real del Agua” en el barrio de San Sebastián.
  • “La Peninsular” en la Caletilla, playa de San Cristóbal.
  • “La Fabriquilla” en el mismo centro de Almuñecar frente a lo que fue el cine “Coliseo·.
  • “Nuestra Señora del Carmen” demolida y que en su solar se construyó el hotel “Sexi”.
  • “San Fernando” en San Cristóbal, junto a la “Najarra”.
  • “El Magnífico”, a unos dos kilómetros en la carretera a Jete donde está instalado ahora el cementerio.
  • “El Trapiche” en el término municipal de Jete.
  • “La Melcochera” de los Córdoba en el término municipal de Jete.
  • “El Ingenio Alto” en el término municipal de Otívar.

De todo este legado Patrimonio Arqueológico Industrial de Almuñécar milenaria, sólo quedan algunas ruinas de los edificios y la maquinaria se vendió para chatarra y algunas para coleccionistas. En cuanto al cultivo de la caña de azúcar su desaparición ha sido total. Es lamentable que  en una época de progreso donde la lucha entre interese generales y particulares siempre ganan estos. Y lo triste es que aún se siguen destruyendo cultivos, paisajes y edificios que deberían conservarse porque son representativos de una época y dan carácter a la ciudad.

     Comprendo la desilusión de mi amigo Johanne, conservaba de Almuñécar una idea romántica. Cuánta razón tenía Ortega y Gasset cuando dijo que los alemanes tienen una virtud que a nosotros nos falta a despecho de las apariencias: “el respeto y amor al pasado”.  Algo así para aprender de los errores.

         A quienes corresponda le preguntamos ¿no sería conveniente la creación de un museo local de la  caña de azúcar que recupere una parte importante de la identidad histórica, económica, industrial, social, política y cultural de Almuñécar?

 

JOSÉ ANTONIO BUSTOS FERNÁNDEZ

                   Almuñécar a 20 de enero de 2019

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