ALBAICÍN DORMIDO EN SU SILENCIO

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       Hizo Dios a Granada

                                               por si, un día, le cansa su morada

 

El Albaicín es una ciudad oculta y solitaria, dormida en su propia geografía mágica y hechizada. Una ciudad que vive a espaldas de la otra ciudad hermana: ¡Granada! Pero no es una hermana extraña y olvidada, sino una hermana ligada por una historia de traiciones y ensangrentada por las luchas fratricidas que siempre han sucedido en este incomparable lugar a lo largo de 800 años. Por sus estrechas y empinadas calles, la sangre ha corrido, a veces, como un torrente perdiéndose en silencio hasta alcanzar el río Darro. Las traiciones han sido parte del devenir de las gentes que han vivido en este extraño paraíso de silencio y de nostalgia, pero siempre supieron reponerse de las intrigas palaciegas y sortear con mayor o menor éxito todos los inconvenientes surgidos para poder seguir viviendo, muchas veces a disgustos y con recelo.

            El Albaicín siempre fue una ciudad de susurros, de pocas palabras, envuelta en un misterio crónico casi imperceptible, dada la inquietud y al misterio que, en las noches de invierno, se extendía como una niebla inquieta por todos los recovecos de sus diminutas calles. Incluso hoy, al pasear por esas calles de noche y solitariamente, no es raro volver la vista para atrás, porque no es extraño percibir como un susurro gesticulado por algún acompañante no deseado, y en lo primero que se piensa es en un fantasma, que los hay y vagan permanentemente por el intrincado de calles y pasadizos de todo el Albaicín.

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            Cuántos fantasmas de los que habitaron por estos intricados recovecos, calles como laberintos y plazoletas donde es dueño y señor el silencio, vagan todavía, sin querer irse al otro lado de la línea roja que separa ambos mundos: el de la vida y de la muerte, porque, a pesar de todas las traiciones y muertes sucedidas a lo largo de 800 años, quien ha vivido en el Albaicín o lo ha visitado nunca lo podrá olvidar. Porque el Albaicín es una barriada paralela a la ciudad de Granada. Su visión se incrusta en el corazón para siempre. Por eso los granadinos, cuando se les pregunta si son de Granada, responden con orgullo: ¡yo vivo en el Albaicín!, y no añaden nada más, eso lo dice todo. Decir Albaicín es rememorar toda su grandeza, la que tenía cuando los reyes andalusíes vivían en la Alhambra. Pero aún hoy guarda todo el misterio y embrujo de antaño. No hay nada más que dar un paseo por sus calles y comprobaremos asombrados toda la belleza latente que existe. No sin alguna interrogación de sorpresa, nos percatamos de que nuevamente empieza a detectarse una nueva fisonomía comparable a cuando en ella vivían los andalusíes, antes de su expulsión por los cristianos.

            El Albaicín va poco a poco resurgiendo de su olvido, resucitando, y es por eso por lo que, sin casi darse cuenta, los granadinos, tanto los del Albaicín como los de la ciudad baja, se van volviendo moros. Solamente hay que ver la gran mezquita construida en una de los miradores más emblemáticos como es el de San Nicolás, desde donde se divisa una de las panorámicas más espectaculares que imaginar se pueda. ¿Quiénes fueron las luminarias que permitieron que se construyera la gran mezquita en un paraje de tanto simbolismo para los musulmanes?, después de esa metedura de pata, solamente me queda hacerme una reflexión: «Poderoso caballero es don dinero». Algún día se arrepentirán de esa decisión. Espero equivocarme.

            Hoy en día, el Albaicín es un remanso de paz, de sosiego y de silencio, solamente alterado por los cientos de turistas que, sorprendidos, pasean por sus calles hasta el famoso arco de las Pesas, en donde pueden degustar una cerveza y unas tapas, para recuperarse de la caminata al recorrer sus calles, en uno de los distintos bares existentes en la plaza, donde existen los famosos «cármenes granadinos», que son reductos de un mundo aparte, dentro de la idiosincrasia de este infinito barrio. Cármenes que han sido habitados por poetas, escritores, pintores, músicos y personajes de gran relevancia y categoría que han visitado Granada. Pequeños paraísos para quien los habita, pero ajenos a los habitantes de esta histórica parte de Granada. Con múltiples placitas encantadoras y miradores sorprendentes en cuyo horizonte se divisa siempre la impresionante y archiconocida Alhambra.

            Debo decir que, aunque he transitado por estas calles y placitas en más de una ocasión, la vez que la recorrí con más acierto y provecho fue el día que fui a Granada a dar una charla invitado por la institución «Granada Histórica y cultural». Pensé que mi charla sería en algún local cerrado, pero mi sorpresa surgió al llegar al punto de encuentro: plaza Nueva. Me dijeron que el acto cultural se desarrollaría de la siguiente forma: al aire libre recorriendo el Albaicín, con diferentes paradas en donde debería ir desarrollando mi charla, y a continuación el director de la entidad hablaría sobre la historia de los edificios más emblemáticos de nuestro recorrido y, aunque me sorprendió al principio, después me resultó muy agradable, ya que nunca me había sucedido antes una cosa así, creo si no me equivoco que éramos unas cincuenta personas las que hicimos un provechoso recorrido histórico por dicho barrio (al menos en cuanto a la parte histórica). Gracias a Dios, no había ninguna persona de las que me podría criticar. Entre esa cincuentena de personas había algunos amigos, entre ellos el poeta malagueño Rafael Alcalá, acompañado de Paloma, su esposa, que, aparte de decir que le gustó mi intervención, le sorprendió muy gratamente la forma del acto. Hablé de Granada e intercalé algunos poemas míos dedicados a la ciudad, en fin, fue    –creo– un éxito. Al finalizar me regalaron, entre otras cosas, una pieza de cristal tallado y decorado donde se reflejaba la edificación en la que está ubicada la sede de dicha institución, que es un antiquísimo edificio restaurado.

            En fin, el Albaicín no es para ser contado por ningún poeta ni escritor, es para ser visitado y fotografiado con los ojos del alma, porque, por mucho que quieran aproximarse a su magia, no puedan describir con exactitud toda su grandeza y posiblemente eso sea bueno, ya que intentar descubrir su misterio y su verdadera historia siempre será un deseo irrefrenable para los poetas y escritores. Por eso ningún poeta o escritor alcanza a desentrañar su verdadera esencia. Misterio.

Marcelino Arellano Alabarces

Palma de Mallorca

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