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La renuncia a un amor imposible

                               permite que solo sufra uno de los dos.

Marcelino Arellano

Y, sin embargo, a pesar de la gran admiración que por ti siento, no puedo evitar escribirte esta carta de despedida. Pienso que no te sorprenderá, ya que, con ella y mi renuncia a ti dejo abierta la puerta del cine para que puedas salir de la pantalla de mis sueños. Quizás nunca podrás comprender mi desesperación ante lo imposible. Renunciar a lo que más se quiere, pero debo hacerlo. Sabes que yo he sido tu más grande admirador, desde que era solamente un muchacho, y cada vez que echaban una película tuya en el cine de mi pueblo me las arreglaba para verla. Algunas veces no disponía de las tres o cuatro pesetas que costaba la entrada en «gallinero», pero, no sé cómo, siempre conseguía entrar a ver tus películas, aunque no fuera autorizada para menores de 16 años.

            Fui creciendo fascinado por tu exuberante cuerpo y tu belleza cada vez más deslumbrante y, cuando aparecías en la gran pantalla blanca, me imaginaba que era yo el protagonista que te abrazaba y besaba, pero nunca sucedía; mi ilusión y fantasía acababa al terminar la película y, entonces, iba corriendo para que no me vieran salir del cine. Sé que el portero hacía como que no me veía para que pudiese entrar y ver las películas escondido tras alguna cortina.

            Película tras película, ibas engrandeciéndote más y más con tus maravillosas interpretaciones. Algunas de tus películas las vi varias veces, no me importaba quiénes eran los demás actores que te acompañaban en la película, solamente me interesabas tú. Una de las primeras películas tuyas que vi fue La sirena y el delfín, en la que te acompañaban los actores Alan Lang y Jorge Mistral, otros de los actores a los que de joven más admiraba. Durante la proyección de la película cerraba los ojos y me creía ser Alan Lang cuando te besaba y, aquella noche, posiblemente me dormía más contento.

            Odié a Marcelo Mastroianni porque en la película tú le amabas y, una y otra vez, las veía hasta casi aprender el diálogo de memoria. Cómo te amaba, Sofía, estrella rutilante de mis sueños cinematográficos. Pero quizás tú no sepas que yo fui Klark Gable en la película Capri y Charlton Heston en el Cid y Jean-Paul Belmondo en Dos mujeres, cinta con la que ganaste un Óscar, y Cary Grant en Orgullo y Pasión, y además quizás ya no te acuerdes de que era yo, y no Vittorio de Sica, el que bailaba el mambo contigo.

            Crecí a la sombra de los cines en las tardes frías del invierno, viéndote hacerte mayor, pero, milagro de la naturaleza, cada vez eras más bella. Hay una película, que siempre recordaré, en la que hacías una interpretación maravillosa, Los girasoles, película interpretada por Marcelo Mastroianni y dirigida por el genial actor y director Vittorio de Sica.

            Tú no me conoces y nada sabes de mí, pero cada vez que veía a un pájaro pasar por delante de la ventana de mi habitación te mandaba un beso con él, por si acaso pasaba cerca de donde tú estabas y te lo podía entregar. Nunca hubo respuesta, pero, aun así, te sigo admirando, aunque ya solamente te vea como espectador y no como aquel muchacho de Ítrabo que solamente deseaba darte un beso y así, poco a poco, me quedaba dormido mientras fuera, en la calle, el viento helado del invierno golpeaba la madera vieja de mi ventana.

 

Marcelino Arellano Alabarces

Palma de Mallorca

 

0 thoughts on “ADIÓS A SOFÍA

  1. Que cosa más maravillosa ?tu imaginación sana y amorosa, digno de admirar por las personas que tenemos el gran honor de conocerte, y yo una de ellas que admiro tus preciosos poemas, siempre tan sanos y dedicados al amor…gracias amigo poeta, te admira tu amiga Marga Dalmau…

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