A MANUEL BARTOLOMÉ, UN AMIGO DE VERDAD

Comparte:

A MANUEL BARTOLOMÉ, UN AMIGO DE VERDAD

Cuando pierdes un amigo;

un amigo de verdad,

te deja el alma vacía

y no puedes reaccionar.

Te quedas anonadado,

dudando si es realidad

que alguien que tanto aprecias

no vuelvas a verle más.

A mí se me fue el mejor;

el confidente ideal,

ése que nunca te falla

y te puede aconsejar.

Quien en las horas más bajas

siempre te sabe escuchar,

y te consuela tus cuitas

cuando algo te sale mal.

Se fue de pronto, en silencio,

una mañana fatal;

con un mutis repentino

  como por no molestar.

Él siempre fue comedido

en su manera de actuar,

sosegado en su criterio

y firme a carta cabal.

Su falta deja un espacio

muy difícil de llenar:

El listón queda muy alto

para quien venga detrás.

Era tan digno y honrado,

tan alegre y servicial

que fue un regalo divino

el contar con su amistad.

Yo disfruté algunos años

de sus diálogos sin par,

en El Refugio, en Santa Ana,

nuestra cita cultural.

Platicábamos, alegres,

de la Historia, ese caudal

de saber que él manejaba

con tanta facilidad.

Discutíamos de  libros,

de los nuestros, con afán;

de poesías y prosas

que estaban por publicar,

y nos dábamos consejos

ambos dos, siempre a la par,

con opiniones jocosas

y algún chiste singular.

También hubo confidencias,

entre nosotros, normal

era hablar de nuestras penas

buscando complicidad;

y cuando había alegrías

o ilusiones que contar,

disfrutábamos contentos

de aquel momento de paz.

 Nunca hubo controversias,

¡qué fácil fue razonar

con quien siempre razonaba

por ser un hombre cabal!

Cabal, bueno, generoso;

siempre dispuesto a ayudar

buscaba el término justo

pues justo fue hasta el final.

El que lea este romance

comprenderá, sin dudar,

el gran dolor que me embarga

y me quema, tanto más

cuanto que yo le esperaba

esta semana a tomar

nuestro té, y contarnos cosas

de la última Navidad.

Pero él recibió otra cita

y no se pudo negar,

ésta llegaba del Cielo

que tiene más entidad;

y yo me quedé esperando

a quien nunca ha de llegar…

Y hoy que ya no está Manolo…

¡Mi cita es la soledad!

 

José Luis Ruiz Vidal

Deja un comentario